¿Qué se podía hacer después de Skyfall, considerada una de las mejores películas en la historia del 007? ¿Cómo superar los números de taquilla y el éxito entre la crítica? Sin duda, una tarea sumamente complicada. Inteligentes fueron los productores en amarrar una vez más a Sam Mendes para seguir contando esta historia y posiblemente cerrar una narrativa que comenzó una nueva era para Bond en Casino Royale. A sabiendas de que necesitaría de varios de los ingredientes clave de Skyfall para lograr otro suceso, Mendes una vez más echo en mano de buena parte de su equipo, incluidos los guionistas, encabezados por John Logan, y al mismo Daniel Craig, a quien probablemente veremos como el agente secreto más famoso del mundo por última vez. Así, Spectre generaba una expectación nunca antes vista en la franquicia. ¿Qué podía salir mal? Increíblemente, Mendes, Craig y demás han dado dos pasos hacia atrás al moldear nuevamente al icónico personaje en uno poco atractivo, unidimensional y sumido en los eternos clichés que alguna vez carcomieron su esencia.
Las comparaciones con Misión Imposible tienen que ser inevitables. Fieles a su estilo, en aquella franquicia entregaron este año quizá una de sus mejores capítulos hasta el momento. En Nación Secreta, la inclusión de una figura femenina independiente y con sus propios propósitos vino a refrescar una vez más una serie que, a pesar de enfocarse más en la acción que en el drama, logró mantenerse a flote e incluso a superar la absurda pretensión de Spectre en esta ocasión.
Y es el asunto de la representación de la mujer lo que lastima profundamente a esta última. Primero tenemos a Monica Bellucci, quien aparece solo unos cuantos minutos como un objeto sexual utilizado por Bond para poder dar con el villano. Afligida por la muerte de su esposo, no tarda ni cinco segundos en entregarse a la virilidad del héroe. Después está Madeleine, quien en un principio muestra cierto desdén por Bond, pues puede y sabe cuidarse sola, pero eventualmente también sacrifica su independencia y su bienestar por alguien peligroso, arrogante y poco comprensivo. Una verdadera lástima que estos estereotipos sigan apareciendo en películas de este calibre. Es obvio que alguien no entendió la importancia de Emily Blunt en Al Filo del Mañana.
Uno de los mayores atractivos de Spectre era Christoph Waltz como el gran villano. Su interpretación como el mítico Blofeld era ya un secreto a voces desde hace tiempo, lo cual resta cierto impacto a la revelación, pero lo más decepcionante de todo es la manera en que fue tratado el personaje. Sí, su motivación tiene como raíz los celos que sentía hacia Bond, su hermanastro, por haber sido el favorito de su padre, pero lo que nunca se desarrolla del todo es ese conflicto fraternal, esa confrontación que se limita a lo físico y no se extiende a lo emocional. Su desenlace es también poco convincente. ¿De verdad su helicóptero fue derribado por un pistola de 9 mm? Verlo arrastrándose en el piso y ser arrestado de la manera más patética es lastimoso.
En el aspecto técnico es donde podemos encontrar un aliciente, pero este también se queda muy corto con respecto a las cintas anteriores. El único gran chispazo de genialidad que tenemos es el magnífico tracking en la secuencia inicial del desfile del Día de Muertos filmado en el centro de la Ciudad de México. Con una gran maestría, Hoyte von Hoytema se mueve con una fluidez sorprendente y que captura con detalle todo lo que ocurre alrededor de Bond y su acompañante, la mexicana Stephanie Sigman. Con ángulos imposibles y una coreografía impecable, esta secuencia nos remite invariablemente a aquella excepcional toma de Ballhaus en Buenos Muchachos. Lo triste de todo esto es que este es el único gran despliegue que vale la pena. Basta con apreciar la parte final de esta misma secuencia, en donde Bond pelea con Sciarra a bordo del helicóptero. Torpeza y lentitud hacen de estas escenas algo poco agradable a la vista, sin mencionar que algunos efectos especiales simplemente no se ven a la altura.
En pocas palabras, Spectre es un enorme y rotundo desaire. Inconsistente, aburrida, poco emocionante y sin ningún trasfondo valioso, la nueva película del 007 termina de forma poco decorosa un relato que tenía para mucho más. Craig y Mendes se van por la puerta de atrás con un trabajo que carece de inspiración y vida propia; apática es el adjetivo que mejor la describe. Veremos ahora qué pasa con Bond.