Con una notable solemnidad y el contemplativo estilo que ha caracterizado buena parte de su obra, el siempre esquivo director le rinde un homenaje a su protagonista y a la individualidad que emana de su objeción de conciencia.
A pesar del repudio de casi todos sus conocidos, Franz se mantiene firme; cuando el llamado llega, este anuncia su intención formal de no realizar el juramento. Arrestado, torturado y presionado por las autoridades militarse en busca de cambiar su opinión, Franz continúa con su objeción a sabiendas de que solo le aguarda un único destino al final de este martirio.
Apelando a una narrativa convertida casi en poesía, el estadounidense plasma la vida de Jägerstätter como un pequeño acto de rebeldía, pero también como un contundente desafío a los ideales que intentan aplastarlo a como dé lugar.
El alemán, seguramente conmovido por los actos de Jägerstätter, canaliza los estados de ánimo de un personaje que, a pesar del grave conflicto, nunca pierde la oportunidad de mostrar preocupación por su amada o de jugar con sus traviesas hijas. Diehl es sin duda el alma de la película, pero el papel de Franziska (Valerie Pachner), su esposa, resulta decisivo para entender otra perspectiva del predicamento.
Pachner asume de forma brillante los sentimientos encontrados de Franziska, quien ofrece su apoyo incondicional a la decisión de su esposo sin importar las graves consecuencias que vendrán para ambos. Malick se vale de este soporte para darle un sentido todavía mayor a la lucha de Franz, la cual también se convierte en la de toda una familia.
Aunque sus películas posteriores a la ya mencionada lo vieron internarse en terrenos contemporáneos construidos con relatos demasiado fragmentados sin rumbo aparente, el director vuelve a aquel sitio donde se ha visto más sólido en los últimos tiempos: construyendo experiencias espirituales que resaltan el valor del hombre a pesar de su minúscula existencia en el universo.
Pero es el padre de Franziska, cuando acude con ella para pedir clemencia a todas las instancias posibles, quien le da el significado más importante a la negativa de su yerno: “Es mejor padecer una injusticia que infligirla”.
Todos le aseguran a Franz que su acto no cambiará el curso de la guerra ni de la humanidad, pero así como Malick expone en la cita de George Eliot que muestra al final de la cinta, la vida oculta de los héroes desconocidos es lo que trae el bien a este mundo. ¿Que por qué Dios permite que algo malo le pase a un hombre bueno? Eso seguirá siendo un misterio para los creyentes.