The Other Lamb, reciente cinta que aborda esta temática, supone una crítica similar no solo a este terrible aspecto de la sociedad, sino a los cultos que disponen de las mentes de sus seguidores para crear un falsa sensación de bienestar. Desafortunadamente, una ejecución mediocre y una narrativa a medias la convierten en un ejercicio fútil.
Aunque sus seguidoras se mantienen fieles a sus preceptos, algo podrido comienza a surgir de las entrañas del “rebaño”. Selah parece ser la única consciente de lo que está pasando, pues no solo se encuentra expectante por lo que pasará ahora que ha alcanzado su pubertad, sino que distintas señales de violencia y abuso pronto empiezan a hacerla cuestionarse sobre la credibilidad de su líder.
Malgorzata Szumowska y el guionista C. S. McMullen construyen en The Other Lamb una pesadilla femenina en forma de un culto basado en la poligamia y una sutil pero contundente represión. El mundo en el que las cineastas nos insertan es ciertamente apacible y pacífico en la superficie, pero no queda duda de que algo retorcido y siniestro mueve al autoproclamado líder y casi santo.
Lamentablemente, el interés que se pudo haber originado al principio por conocer un poco más de este universo pronto queda sepultado por la redundancia absoluta. Anclando su discurso en metáforas más que obvias y una serie de recursos narrativos y visuales que resultan confusos en ocasiones, la película falla rotundamente al momento de desarrollar esta historia de liberación femenina.
El rebaño y El Pastor (porque por supuesto) viven recluidos en un bosque montañoso lejos de cualquier influencia externa. Las mujeres maduras son las llamadas “Esposas”, mientras que las más jóvenes son las “Hijas”. Aunque no queda manifestado explícitamente, es más que obvio que el líder ha poblado sus tierras con una descendencia cuantiosa. Todas sus seguidoras portan atuendos de colores para identificarlas y se reúnen durante distintos momentos del día para elevas sus plegarias guiadas por El Pastor.
Otras reglas, como el hecho de que él sea el único que puede contar historias, o que las Hijas deben dirigirse de una forma muy específica a las Esposas, completan este mundo muy similar al de The Handmaid’s Tale, donde las “críadas” se someten al dominio sexual y psicológico de los Comandantes. La comparación puede resultar odiosa, pero no queda duda de que Szumowska y McMullen encontraron demasiada inspiración en la novela de Margaret Atwood, quizá demasiada.
Por si fuera poco, el papel de Selah no tiene el peso necesario para soportar la falta de una trama más atractiva. Szumowska y McMullen moldean a su personaje como uno que poco a poco va quitándose la venda de los ojos. Aunque sus dudas son alimentadas por la presión sexual que genera la presencia de El Pastor, otras revelaciones (no tan sutiles) le hacen ver que los motivos de su líder quizá no sean tan espirituales después de todo. El problema con Selah es que realmente no hace mucho en la película, sus intervenciones se reducen a presenciar el lento desmoronamiento moral y físico de sus compañeras, lo cual termina, por supuesto, de la forma más violenta posible.
The Other Lamb bien podría ser un relato de venganza femenina ante la brutal opresión masculina, pero como un drama a nivel individual queda mucho a deber. Aunque una serie de aparentes flashbacks y alucinaciones apuntan a las frustraciones e inquietudes más profundas de Selah, su frecuencia comienza a ser extenuante y redundante.
Al pasar demasiado tiempo en el mundo onírico, queda muy poco espacio para ver el desarrollo de Selah como un individuo que intenta recuperar su libertad emocional. Por otro lado, El Pastor no es más que una sombra y una idea sin dimensión alguna; la exploración de sus motivos, más allá de su megalomanía, no parecen tener un argumento mas que representarlo como una fuerza opositora casi automática.
Alrededor de la fe ciega y la manipulación, The Other Lamb nos presenta un entorno de lastimosa sumisión basada en el castigo. Aunque algunas mujeres han recuperado un poco de su identidad, como la misma Selah y Sarah (Denise Gough), quien ha sido marginada por su rechazo a El Pastor, las demás procuran seguir al pie de la letra los designios de su líder.
Si bien esta historia de adoctrinamiento resulta repugnante para la integridad femenina, Szumowska y McMullen no pueden ir más allá de lo evidente. “Ya no sé quién soy”, se lamenta Sarah durante un encuentro con Selah. Al ser despojadas de su identidad y personalidad, estas mujeres de pronto se topan con la oportunidad de recuperarlas; sin embargo, la directora y McMullen parecen negarles por completo esa individualidad que creían pérdida o que ni siquiera sabían que existía.
A pesar de la claridad que encuentran, Selah y Sarah podrían estarse dirigiendo hacia ningún sitio desde el punto de vista expresado anteriormente. La película invierte demasiado tiempo en ver a los personajes caminar sin sentido por paisajes que emanan una belleza desoladora (cortesía de la excelente fotografía de Michal Englert), una metáfora probablemente inesperada.