La necesidad de encontrarse con uno mismo, en medio de un ambiente de conservadurismo y sutil represión, puede convertirse en una verdadera batalla personal, tanto interna como externa. Eso es precisamente lo que experimenta Carlos (Xabiani Ponce de León) en Esto No Es Berlín, nueva cinta del director mexicano Hari Sama que explora la escena underground del México de ayer con una mirada casi autobiográfica, la cual sirve de testamento para enmarcar una época muy representativa para el país, en la que la liberación del pensamiento contrastaba notablemente con la homogeneización de una sociedad preocupada por ganar dinero o disfrutar de un partido de futbol. Y aunque la narrativa se queda corta en muchos momentos, sobre todo al delinear el significado del arte, la cinta retrata los deseos y frustraciones de una juventud que parece haber perdido el rumbo.
Ensimismado con este descubrimiento, Gera comienza a relacionarse con algunos de sus más peculiares habitantes. Uno de ellos es Nico (Mauro Sánchez Navarro), un artista alternativo que busca crear un llamado a la acción con su obra, arraigada notablemente en lo sexual y grotesco. Así, Carlos se contagia del espíritu casi libertino de Nico y su séquito, alejándose cada vez más de su familia y su mejor amigo Gera.
Tal parece que poco ha cambiado en cuarenta años. Y para dar cuenta de ello, el director nos presenta las tribulaciones de un par de jóvenes, pero principalmente las de Carlos, quien se encuentra en plena búsqueda de su identidad.
Su hermana Rita también se esfuerza por sacar adelante a su banda de post-punk, misma que tiene como único refugio al pequeño bar. En una divertida escena, su imagen y propuesta es puesta a prueba cuando tiene que presentarse junto a su grupo en una tocada de punk en Ecatepec. Al final, el compromiso con su obra queda expuesto ante las tentaciones de lo comercial y las intenciones más convencionales de sus compañeros.
Sama también se inserta en la trama como el tío Esteban, el bonachón hermano de la mamá de Carlos que comprende totalmente el drama juvenil. Como otro individuo en contra del sistema, Esteban también enfrenta una lucha menor, pero igual de importante para él al no poder sentirse parte de una familia con otras ideas. Su sobrino es el único con el que puede abrirse en todos los niveles.
Pero los problemas para Esto No es Berlín llegan cuando el discurso fragmentado del cuasimovimiento de Hugo contagia de cierta forma a la película. La vaguedad de algunas escenas y montajes comienza a ser evidente. La relación entre Carlos y Gera queda completamente a la deriva, y esta es retomada casi hasta el final por un sórdido acontecimiento que pone punto final a su aventura psicodélica.
Así como para sus protagonistas, el filme camina sobre la delgada línea de ser simplemente una fase sin un sustento narrativo. La fuerza que encuentra en su crítica a las lastimosas costumbres que siguen marcando a las generaciones actuales, pronto se ve diluida por un exceso de estilo que prefiere enfocarse en un viaje de apariencias y ambigüedades.
Su descontento, el cual también florece en un despertar sexual y artístico en obras como Los Soñadores, de Bernardo Bertolucci, deja al descubierto un nicho de pensamiento incomprendido, pero que muchas veces se ve asolado por la falta de claridad y un propósito fijo. Sama, testigo de esos tiempos, se encuentra con esas mismas dificultades al haber concebido esta cinta, tanto para bien como para mal.