La obsesión de Hollywood por explota cualquiera de sus propiedades intelectuales exitosas es probablemente más atemorizante que la mayoría de películas de terror en la actualidad. Los clásicos han comenzado también a ser víctima de esta práctica, y aunque ha habido algunas excepciones, las secuelas, reboots o spin-offs de estas obras no han más que manchado el legado de historias diseñadas para tener un principio y un final.
Pero cuando los mismos autores de estos relatos en los que están basados son quienes deciden continuar la narrativa, los estudios se frotan las manos y una sonrisa malévola se dibuja en los rostros de los ejecutivos.
Con Doctor Sueño ocurre algo así, y aunque la cinta muestra signos de querer ser algo mejor, la forzada y ridícula conexión con El Resplandor, posiblemente uno de las mejores filmes de terror de la historia, la convierten en un objeto comercial tan mediocre como lamentable.
Habiendo suprimido parte de su “resplandor”, el hombre encuentra una nueva oportunidad para tener una existencia ordinaria, pero cuando una niña llamada Abra (Kyliegh Curran), con el mismo don, lo contacta en busca de ayuda, Danny no solo tendrá que enfrentarse nuevamente con su pasado, sino con un poderoso grupo de seres en busca de devorar el “vapor” de personas como él.
Mike Flannagan, quien recientemente ha encontrado cierto éxito en el género, sobre todo con los trabajos de Stephen King, está a cargo de la adaptación de la novela del mismo nombre. Así como El Resplandor, esta versión cinematográfica llega muy poco tiempo después de la publicación del texto, tomando en cuenta el potencial que tenía al ser la secuela de un clásico.
Como era de esperarse, y con la bonanza cinematográfica de la que ha gozado King todos estos años, los hilos se movieron rápidamente para hacer Doctor Sueño, pero había un delicada decisión que había que tomarse: ¿sería una secuela directa de El Resplandor una obra única con apenas algunas referencias a la magistral cinta de Kubrick? Tal parece que nunca pudieron saberlo.
La escalofriante conexión entre los tres personajes principales, pero sobre todo la exploración de sus conflictos personales, es cuando Doctor Sueño mejor se ve, precisamente en aquellos momentos en los que las vulnerabilidades y frustraciones de cada uno quedan expuestas para ser explotadas por los otros.
Esta sádica práctica con algunos tintes sexuales denota la insana fascinación de unos cuantos por querer arrebatarle su inocencia a quienes ni siquiera pueden defenderse. Si bien la metáfora es un tanto evidente, proveniente directamente de las hojas de King, su connotación resulta pertinente.
La maldad que Ferguson proyecta en su personaje es notable, y el carisma que le aporta a la villana es sumamente especial, haciendo de este uno de los aspectos que más se disfrutan de la cinta. Una escena en especial, en la que emprende un viaje astral para encontrarse cara a cara con Abra, es claramente uno de los mejores momentos de la trama, tanto por el carácter cósmico del mismo como por la furia y desesperación que Ferguson aporta.
Para unos, podría tratarse de una pequeña venganza personal de King hacia Kubrick, pues es por todos sabidos que nunca quedó satisfecho con su adaptación; pero sea lo que sea, este final no solo resulta un disparate digno de cualquier cinta genérica de terror, sino una total falta de respeto hacia uno de los directos más grandes de todos los tiempos.
Si bien es cierto que Danny está involucrado en ambas historias, el trauma que no lo deja paz es material suficiente para partir y desarrollar una trama que ahonde en su alcoholismo, el miedo a convertirse en su padre (no de forma literal), y la inevitable necesidad de suprimir su resplandor a través de la pérdida de la inocencia. En su lugar, Flanagan, seguramente bajo la influencia del autor y los directivos, entrega una cinta evidentemente desbalanceada con serios problemas de identidad.