De cualquier forma, la nostalgia fue la gran ganadora, pues el momento más emotivo de la noche fue claramente “Space Song” y la chirriante guitarra de Scally. Legrand, envuelta en un traje brillante, cantaba con pasión y melancolía detrás de los teclados. La emoción era palpable. Las olas de sonido se introducían en los asistentes y cada uno los traducía de formas distintas, ya sea cantando a todo pulmón o simplemente permaneciendo estático y escuchando con atención cada nota. No hubo un instante más desgarrador que este.
Pero quizá lo más espectacular fue el cierre con “Dive”, joya del 7 que se convertirá en sello de sus presentaciones en vivo de ahora en adelante y que encapsula esta inédita dirección de Beach House, misma que los posiciona como uno de los actos musicales más fascinantes de la actualidad.
Un año más tarde, después de esa triste cancelación, Beach House regresaron renovados en el punto más alto de su carrera. Esa frustración tomó varios meses en convertirse en completa alegría, pero sí que valió la pena.