Este nuevo documental de Netflix explora a profundidad no solo el escándalo de abuso sexual ocurrido en las filas de USA Gymnastics, sino una peligrosa y fallida cultura de “éxito” que lastimó por años tanto física como emocionalmente a cientos de jovencitas con un sueño en común: ganar una medalla de oro en los Juegos Olímpicos.
Un año antes, Nichols había reportada abuso sexual por parte del médico de la federación, Larry Nassar; pero, a pesar de una supuesta investigación interna, su caso fue desestimado dando señales de encubrimiento. Sin embargo, todo está por cambiar gracias a un pequeño diario de Indianápolis, el cual está a punto de desenmascarar a Nassar y USA Gymnastics gracias al testimonio de cientos de sobrevivientes como Maggie.
Y aunque esta labor cinematográfica y periodística le da nombre y rostro a los victimarios, su objetivo va más allá de recordarnos los crímenes del sujeto en cuestión, pues conforme escuchamos los testimonios de sobrevivientes y periodistas damos un vistazo a una cruel cultura deportiva que simplemente no tiene razón de ser.
Cuando Atleta A indaga en los poco ortodoxos y humillantes métodos de los Károlyi para construir ganadores, queda claro que el mundo de los gimnastas quizá no sea el indicado para pequeñas niñas, las cuales muchas veces tienen que estar alejados de sus padres por demasiado tiempo.
Así, cuando se describe la imagen afable y bonachona de Nassar que tenía todo el mundo, nos topamos con una triste y espeluznante verdad: el hombre era una luz entre las tinieblas del alto rendimiento, lo que le facilitó disfrazar sus perversas intenciones.
Su intervención enaltece su empatía, pues, tal y como ella dice, es difícil debatirse entre la idea de quedarse callada, sabiendo lo que Nassar ha hecho, y enfrentarlo cara a cara para detenerlo de una vez por todas, teniendo que desnudarse emocionalmente ante los demás.
Esa incansable búsqueda de cierta paz para los sobrevivientes nos recuerda En Primera Plana, cinta de ficción basada en hechos reales que, igualmente, resalta el valor de esta vocación para contrarrestar cualquier forma de poder, en ese caso, el de la Iglesia Católica. Uno solo puede esperar que trabajos como este realmente signifiquen un cambio en la percepción social y en una cultura nociva que no valora realmente al individuo. La línea entre el abuso y entrenamiento nunca puede difuminarse.