
Otra de las preocupaciones de los directores era no tener a Sparrow como el absoluto protagonista; por eso, cada uno de los personajes tiene la oportunidad de convertirse en el centro de esta historia. Esta dinámica es bienvenida por momentos, pues aunque representa un respiro alejarnos de Sparrow por un tiempo, solo cuando Rush o Scodelario toman la batuta el relato adquiere cierto atractivo. Sus historias son las únicas que vale la pena seguir, pero tampoco tienen el peso suficiente como para llevar todo a buen puerto debido al melodramático desenlace que involucra a ambos. El gran problema de La Venganza de Salazar es que ninguno de los personajes logra conectarse con el público tal y como Depp, Knightley y Bloom lo hicieron en La Maldición del Perla Negra hace ya tanto tiempo.
Este último capítulo de Piratas del Caribe es víctima de todos los vicios que aquejan al blockbuster contemporáneo. Lo absurdo de la trama, el tiempo malgastado en innecesarias secuencias y la nula impresión que dejan conceptos como un barco que puede devorar a otros o los voraces tiburones zombies, hieren gravemente a una película concebida sin ningún rumbo. Ni siquiera un cameo del legendario Paul McCartney, cuya aparición no tiene el mismo impacto que la de Keith Richards en cintas anteriores, puede llegar a maravillarnos en esta ocasión. La Venganza de Salazar pinta para convertirse en uno de los peores filmes del verano y vaya que algunos ya han quedado bastante mal en las últimas semanas. Esperemos haber visto lo último de Sparrow y la bandada de piratas en la pantalla grande.