En los años 50 en Irlanda, una joven llamada Philomena se embaraza tras tener una relación sexual sin estar casada. Dada la época, el padre de la chica encuentra inaceptable este hecho y decide mandarla a un convento, donde podrá vivir mantenida por las monjas unos años, pero a cambio tendrá que trabajar en labores sumamente exhaustivas. Después de dar a luz, Philomena se entera que en el convento ocurre algo turbulento, pues todas las jóvenes madres que se encuentran ya ahí tienen miedo de que sus hijos, quienes son cuidados por las religiosas, sean dados en adopción. Así, cuando Anthony, el bebé, es entregado a una pareja estadounidense, la vida de Philomena se cae a pedazos.
Es importante notar también las decisiones que hacen los protagonistas, estas a veces parecen no tener sentido y resultan contradictorias. Al principio, la hija de Philomena pide a Martin que haga la historia de su madre, este responde que no está interesado en “historias de interés humano”. Solo un corte basta para que cambie su opinión y decida involucrarse. Se puede entender que la vida de Martin no tiene rumbo en ese momento, pero sus ideales y convicciones parecen cambiar de un momento a otro en varias partes de la historia. Con Philomena pasa algo parecido. Cuando están en Estados Unidos dispuestos ya a regresar a su país tras un importante descubrimiento, casi por intercesión divina, esta decide quedarse para darle un nuevo sentido a su búsqueda, convenientemente para Martin, quien podrá seguir investigando para publicar la historia. Frears y su guionista parecen topar con pared más de una vez en la historia, qué mejor que moverla hacia adelante que forzando a sus personajes a hacer lo improbable. Una salida muy fácil, diría yo.
¿Será importante mencionar que todo esto está basado en una historia real? No lo creo. Frears ha elegido hacer una “historia de interés humano” con resultados contraproducentes, podrá inspirar a uno o dos, pero su trascendencia es más que cuestionable.