No hace mucho, Tom Cruise fue protagonista de una de las más gratas sorpresas en el cine de acción de los últimos tiempos. Cuando se pensaba que no podía volver a sorprender a su público, Al Filo del Mañana demostró que sigue teniendo lo necesario para mantenerse en lo más alto. Ahora, el actor regresa a la franquicia que ha construido desde el inicio y que parece ponerse cada vez mejor conforme van pasando los años. Misión: Imposible – Nación Secreta es la quinta entrega de esta saga de espionaje que sigue manteniéndose vigente a pesar de la dura competencia en el género. Con la fórmula de siempre, pero con una muy buena ejecución, Nación Secreta sobresale como uno de mejores blockbusters del verano.
Como en cada entrega de la serie, Hunt vuelve a echar mano de un equipo para cumplir con su misión. En esta ocasión, Simon Pegg y Ving Rhames, sus ya inseparables compañeros, vuelven como Benji y Luther respectivamente para darle el apoyo necesario. Pegg, quien aporta buena dosis de la comedia de la cinta, nunca parece fuera de sintonía y sus bromas tampoco nos hacen voltear los ojos. Por otro lado, Rhames se mantiene al margen con una sobria intervención pero que también trae consigo uno que otro chiste. Probablemente el que desentona un poco en toda la dinámica es Jeremy Renner, quien fuera esencial en la película pasada y que ahora vio su papel reducido considerablemente. Está claro que el guión no es perfecto y es el rol de Renner uno de los aspectos más criticables por la cierta irrelevancia que lo rodea.
Esto no se llamaría Misión: Imposible si no tuviera la ya famosa secuencia en la que todo el equipo se embarca, valga la redundancia, en una misión literalmente imposible. Nación Secreta ve a Hunt y a los demás infiltrarse en una fábrica en Marruecos para robar unos archivos escondidos en una bóveda bajo a agua a presión. A diferencia de las pasadas cintas, la incursión carece de la tensión necesaria y es que esta no enaltece en gran medida la habilidad de los participantes, como lo fue en aquella secuencia del Burj Khalifa de Protocolo Fantasma o la más memorables de todas, cuando Hunt se mantiene suspendido boca arriba en una sala que mide la temperatura y el sonido en Misión: Imposible. Aunque funciona, se esperaba mucho más.
A diferencia de Jason Bourne y la última versión de James Bond, la serie protagonizada por Ethan Hunt encuentra en lo exagerado y hasta lo ridículo su mayor virtud. Misión: Imposible nunca se ha tomado tan en serio a sí misma; aquí no hay dramas existencias, no hay búsqueda de la identidad, simplemente se trata de un tipo que tiene que hacer su trabajo y punto. Es así como se pueden tomar varias bondades, como esas tomas que aprovechan al máximo la belleza de Ferguson, los espectaculares e improbables gadgets y dispositivos (como esa máquina que puede leer la forma de caminar de una persona) y las salvaciones de último minuto. La franquicia en ningún momento busca emular a Bourne o a Bond, simplemente trata de apegarse a lo suyo.
Si bien no hay mucho contenido narrativo del cual podamos escarbar, sí que podemos encontrar una temática en la superficie, el vínculo que une a Hunt y Faust más allá de lo romántico. Tal y como su nombre lo indica, Faust ha vendido su alma a aquellos más poderosas que ella y que no se detendrán a pensar en ella ni un segundo al momento de buscar sus propios intereses. Hunt se identifica con ello rápidamente, pues a pesar de seguir jurando lealtad al IMF, algo dentro de él le hace dudar si continuar es lo mejoro o si es la libertad lo que realmente añora. El conflicto interno, por más que leve que sea, está ahí.
A pesar de algunos tambaleos, Nación Secreta es posiblemente la mejor entrada de la popular serie de espías. Con espectaculares secuencias con efectos prácticos, como la del avión, en la que el mismo Cruise hizo su stunt, decentes actuaciones y una muy buena dirección, Misión: Imposible apenas y presenta señales de envejecimiento. Sin recurrir a rebuscadas historias ni innecesarios giros, la franquicia se mantiene a salvo, al menos por ahora.