Darren Aronofsky es uno de esos directores cuyo estilo visual y narrativo se ha convertido en una patente en el cine independiente. Desde Pi, El Orden del Caos, su perturbadora y transgresora primer película, el realizador mostró una inclinación por contar historias con una importante carga de simbolismo en las que sus personajes se fragmentan física y emocionalmente al vivir experiencias altamente traumatizantes. Más adelante, su obsesión com temas espirituales religiosos lo llevó a tomar las riendas de su primer filme con presupuesto de blockbuster, Noé, un fracaso de la crítica y en la taquilla teniendo en cuenta las grandes expectativas que había alrededor. Sin embargo, Aronofsky se redime sin alejarse de esta línea con ¡Madre!, una alegoría bíblica situada en un claustrofóbico escenario que amalgama la mayoría de los conceptos que ha desplegado en toda su obra.
En la segunda parte, el caos finalmente se hace presente con una serie de escenas que parecen extraídas desde el mismo infierno y que muchos han comparado acertadamente con El Jardín de las Delicias de El Bosco. En ellas, madre deambula desorientada, perturbada por cada una de las habitaciones. En estas se topa con situaciones tan extrañas como terroríficas. Cientos han invadido la casa y la han convertido en un lugar lleno de violencia, envidia y sufrimiento. Sin poder actuar, la casa se cae a pedazos y madre sufre las consecuencias. El alguna vez paradisiaco sitio se ha convertido en un refugio para desplazados, un terreno de confrontación entre distintas facciones y un hoyo lleno de peste y muerte, una descripción que nos resulta tristemente familiar. Y así, cuando madre ya no puede más, las terribles consecuencias son sentidas por todos aquellos que han querido tomar una parte de ella y su hogar.
En estos instantes, Aronofsky nos hace ver el lado más voraz del hombre, aquel que ha dañado de muerte a la Tierra y que ha traído devastación y sufrimiento, muchas veces en nombre de Dios y todo lo que creen que representa. La alegoría bíblica que hace con ¡Madre! incluye igualmente ciertas alusiones a la triste historia social de la civilización, como la represión que ha tenido que soportar la mujer durante siglos. Las frenéticas escenas también nos traen a la mente las imágenes que se han hecho recurrentes en la televisión, redes sociales y sitios de noticias en los últimos tiempos, las de ciudadanos confrontando a policías antidisturbios en lo que se asemeja a una zona de guerra. En un par de horas, el director hace un resumen de cómo nos hemos herido a nosotros mismos y al planeta. Por supuesto, el final es inevitable y el ciclo volverá a su inicio más pronto de lo que imaginamos.
¡Madre! es muy diferente a lo que Aronofsky ha hecho en su carrera a pesar de que podemos identificar distintos elementos de todas sus películas. La degradación física y emocional de madre, la temática espiritual, los personajes enigmáticos que parecen salidos de la nada y la pérdida a la que es sometida la protagonista también han caracterizado a Cisne Negro, La Fuente de la Vida, El Luchador, etc. Incorporando algunos aspectos asociados con el terror, pero que se acercan más al psicológico, así como Roman Polanski consigue en Repulsión, el director ha concebido una cinta única que lo arriesga todo. El resultado final es apabullante y algo que rara vez se ve en el cine comercial.
Quizá sea pertinente recordar que Aronofsky es un ateísta que se considera a sí mismo como ambientalista. Su última cinta pone al frente estas características. Bardem encarna a un Dios que aparentemente nunca pone atención a madre, que a pesar de que la ve sufrir sigue disfrutando de la adoración de los hombres, quienes se han convertido en una pesadilla viviente para ella. Él está ausente en varios de los momentos más importantes de la historia y justo eso parece ser a lo que Aronofsky está a apuntando, a como Dios no hace acto de presencia en todos esos terribles episodios que han marcado a la humanidad. ¿Realmente está escuchando? Sea como sea, ¡Madre! es una genial obra que cumple con su cometido, hacernos ver que estamos condenados.