En Logan encontramos al susodicho en un estado deplorable. Consumido por el alcohol y una terrible enfermedad causada por el impacto del adamantium en su cuerpo, el alguna vez llamado Wolverine ahora conduce una limosina de lujo para cualquier tipo de detestables clientes. Frustrado, harto y cansado, Logan merodea con la idea de terminar su vida de una vez por todas. Lo único que lo ata al mundo es la presencia del Profesor Xavier, otro mutante que resiente su misma naturaleza y que también se ha enfrentado a un desastre que él mismo causó. He aquí dos estandartes de una raza al borde de la extinción y de una idea que ha terminado por ser olvidada.
Mangold nos inserta en un espacio muy familiar al nuestro y en el que inmediatamente reconocemos algunos de los males de estos tiempos. Logan y el Profesor viven en mundo donde las grandes trasnacionales pueden hacer prácticamente lo que sea y en el que la violencia se ha convertido en el pan de cada día. Por eso, la única forma de sobrevivir entre tanto abuso y brutalidad es con la misma moneda, de ahí lo gráfico de esta película. No estamos viendo desmembramientos y descabezados simplemente por satisfacer nuestro morbo, sino porque esto es lo que hay detrás del argumento, una violencia generalizada de la cual es imposible escapar.
La llegada de Laura, también conocida como X-23, supone una encrucijada moral para Logan. ¿Seguir velando por sí mismo o ayudar a una desconocida en un último acto de bondad? La decisión de llevar a la pequeña mutante al santuario es también el camino a la redención que no estaba buscando, pero que la vida le ha puesto frente sí para darle un sentido a los últimos días de su existencia. La química entre Keen y Jackman funciona en muchos niveles. La dinámica que entablan, que va desde algunos instantes cómicos hasta escenas llenas de dramatismo, puede ser vista como la de dos exiliados en busca de un lugar mejor, compañeros de equipo o la de un padre e hija en una primera y última aventura. El lado paternal de Logan, uno que vimos escuetamente en las primeras entregas de X-Men, se desarrolla a pesar de su voluntad y del rechazo a cargar con la responsabilidad de alguien más. Y no podemos juzgarlo ¿cuántos seres queridos han muerto bajo su guardia?
Jackman interpreta por última vez a un hombre enfermo y cuya aspiración por seguir viviendo se ha esfumado. Esto contrasta notablemente con la condición que vive el actor en la vida real. Su larga batalla contra el cáncer parece solo haberlo hecho más fuerte, pues ha logrado salir adelante en bastantes ocasiones, cosa que sin duda debe de darle un panorama distinto y una que otra herramienta para poder encarnar a un tipo que hace todo lo contrario. Por su parte, Stewart hace también un muy buen trabajo como un debilitado Profesor que es atormentado por un terrible incidente del que solo se dan algunas pistas, las cuales son suficientes para entender su trauma. En una bella y trágica escena minutos antes de ser asesinado por X-24, un joven clon de Wolverine con quién el protagonista pelea a muerte en una clara metáfora de su situación, el profesor Xavier vive un momento de calma y calor familiar que acentúan la gran desesperación ha experimentado todo este tiempo.
Apelando a ciertos recursos estéticos y narrativos del western (algunos que nos recuerdan obras audiovisuales como The Last of Us), Logan ciertamente se distingue de cualquier otra película de superhéroes por el exacto tratamiento de su protagonista, por encontrarse arraigada en un mundo similar al nuestro (así como los Estudios Marvel han estado haciendo en sus series de Netflix) y por no estar limitada por una continuidad que comienza a ser molesta en otros universos compartidos. Pero al final del día, esta cinta será recordada por ser la última aparición del emblemática personaje y por humanizar una figura casi inmortal que se encuentra con la horma de su zapato, tanto para bien como para mal. Sin duda uno de los mejores adaptaciones de cómics de la década.