Irónico resulta el momento en que, después de que Jenny (Adèle Haenel), una joven médico, le dice a su interno que para lograr ser uno muy bueno es necesario controlar las emociones ante las situaciones más fuertes con las que se pueda encontrar. La trama de La Chica Desconocida parte exactamente de este premisa cuando la protagonista no sigue su propia regla, y se ve inmiscuida en un peligroso misterio debido a un profundo sentimiento que se ha incrustado en su ser producto de lo que cree fue una mala decisión. Los hermanos Dardenne, dobles ganadores de la prestigiosa Palma de Oro de Cannes, están de vuelta con una nueva película que compitió el año pasado en el festival sin llevarse un premio en esta ocasión, pero siguiendo la línea que ha caracterizado a su trabajo en los últimos años. Si bien estamos ante el más débil que hayan concebido en esta parte de su carrera, La Chica Desconocida nos acerca a varias problemáticas del primer mundo como el acceso a la salud y la inmigración ilegal.
Al final, cuando el responsable del asesinato de la chica desconocida hace su confesión y Jenny trata de convencerlo de que confiese lo que ha hecho para honrar su memoria, este se niega diciendo: “¿Por qué arruinar mi vida?”. Velar únicamente por la seguridad de uno es resultado directo de las implacables condiciones a las que estamos expuestos en esta sociedad hoy en día. La Chica Desconocida explora la indiferencia convertida en norma y la culpa como un catalizador de una inesperada actitud. Las acciones de Jenny mueven los pensamientos de aquellos alrededor de ella y les hacen sentir la misma culpa que ella experimenta. ¿Es entonces este sentimiento esencial para hacer de nuestra existencia un poco más llevadera? Una reflexión para llevarse a casa.