
Es a través de flashbacks muy peculiares que conocemos el pasado de Jasmine, digo peculiares porque estos suceden las escenas del presente de una manera muy natural y con cortes abruptos, en realidad no hay ningún elemento que distinga los tiempos entre sí mas que el puro contexto en el que se desarrollan las acciones. Esto le aporta gran dinamismo a la historia y permite que la película no caiga en un cliché narrativos.
Por otro lado, a pesar de que Ginger solo funge un papel que solo sirve para darnos a conocer todavía más aspectos de Jasmine; sus movimientos corporales, su forma de hablar y sus erráticas decisiones en cuanto al amor también son un gran acierto que nos hace soltar una que otra carcajada.
Aunque el final de la cinta no viene con una sorpresa para el espectador, la condición final de Jasmine reafirma la ironía de la trama y en lugar de que sintamos lástima por ella, Allen nos invita a apreciar la locura de Jasmine con cierta simpatía hasta el punto de ver cómo todo su pequeño y frágil mundo se desmorona.
Estamos ante una sólida obra y una de las mejores cintas que Woody Allen ha hecho en los últimos años, todo ello cortesía de una entretenidisíma historia y una formidable actuación por parte de Blanchett. Muy probablemente la veremos competir por el Óscar a mejor actriz en una semanas más.