Esa fascinación y obsesión humana por clasificarse a sí mismos de acuerdo a su raza o a su estatus socioeconómico nos ha lastimado como especie desde el principio de los tiempos. La segregación nunca terminará y permanecerá entre nosotros estigmatizando sociedades hasta el último de nuestros días. Hagen y Yo (White God) expone este vicio de una manera singular pero ciertamente efectiva. A partir de las brutales y crueles experiencias por las que pasa el perro protagonista de esta película, Kornél Mundruczó nos recuerda que un enésimo estallido social es inminente y que en algún punto no muy lejano, las clases oprimidas finalmente tomarán lo que les pertenece por derecho.
En Hagen y Yo, Mundruczó, ha creado una metáfora sobre la opresión que mantienen las clases superiores con los menos afortunados. Hagen, cuidado y amado por su dueña, de pronto se ve desamparado en un mundo en donde el rechazo, la violencia y el miedo se viven en todo momento. Sin esperanza alguna de encontrarse nuevamente con Lili, Hagen pronto conoce la maldad en carne propia, la cual está personificada por la avaricia y la sed de sangre de sus opresores.
Gracias por tu reflexión. : )
¡A ti por leer!
Me gusta mucho tu análisis sobre la película, como expones el punto medular de lo que este filme claramente nos quiere hacer ver, y que lo logra a la perfección, justo estoy dando los toques finales a mi opinión sobre esta película que hace un par de meses vi y me encontré con tu ensayo. Muy bueno. Por acá te seguiré leyendo.
Agradezco tus comentarios. Saludos.