
La obra de Jon Favreau explora temáticas muy interesantes alrededor de esta fábula, la cual entra un terreno escabroso y que un niño incluso podría encontrar un tanto perturbador. No es el hecho de presenciar muertes en pantalla ni la brutalidad que caracteriza al temible villano, sino el desarrollo de su protagonista, quien pasa de ser un inocente y carismático niño que no sabe quién es a un hombre vengativo y vehículo de la destrucción, cosas que identifican invariablemente a nuestra especie. Mantenerse fiel a los escritos de Rudyard Kipling, rendir un homenaje a la cinta animada de 1967 al mismo tiempo incorporar nuevos elementos hacen de El Libro de la Selva uno de los trabajos más completos que hayamos visto de Disney en los últimos tiempos. Irónicamente, lo único real que vemos en la pantalla es al joven actor que interpreta a Mowgli.
De igual manera, el guión desarrolla otros conceptos que rara vez podemos ver tan bien delineados en una cinta de Disney. Al enterarse sobre su pasado, la curiosidad comienza a confundir a Mowgli. ¿De dónde viene? ¿Cómo es su verdadero pueblo? Bagheera y Akela (Giancarlo Esposito), el macho alfa de la manada, lo instan a que dejé de usar sus “trucos”, lo que nosotros consideramos como creatividad e ingenio. Sus seres queridos saben de lo que un humano es capaz al desarrollar estas cualidades y han tratado de reprimirlas para que pueda ser aceptado por los demás; sin embargo, la naturaleza y la adaptación social siguen su rumbo y nada evitará que Mowgli aprenda las maneras de hacer daño que tanto temen los habitantes de la selva. Favreau y su guionista, Justin Marks, conciben un protagonista muy humano con todas las virtudes de la inocencia y los peligros de la conciencia. Mowgli es un individuo en busca de un sentido de pertinencia, resta por ver con quién se siente más identificado; y aunque al final termina junto a sus amigos animales, la aventura en la que se embarca nos permite ver su lado más oscuro y salvaje.
Los personajes en El Libro de la Selva van desde lo caricaturesco hasta lo grotesco. Nos podemos topar con algunos pequeños y graciosos seres, como el puerco espín, el cerdo vietnamita y la ardilla que viven con Baloo, los cuales indudablemente tienen todo el dócil sello de Disney, pero cuando vemos a los villanos, como Khan y sobre todo al Rey Louie (Christopher Walken), el gigantesco y ambicioso orangután, podemos ver reflejados en ellos la tiranía y maldad propias de nuestra especie. Si bien la bondad y la solemnidad hacen de la jungla un sitio relativamente utópico, donde todo funciona con la exactitud de un reloj suizo, la presencia de la muerte, la manipulación y la tortura inyectan a este ambiente de una fuerte dosis de realismo.
Y precisamente esa era la intención de este proyecto. Que hayan omitido casi todas los temas musicales, el fotorrealismo de los paisajes y los animales, las texturas, el drama y todo lo anterior nos llevan a esta interpretación anclada en un mundo muy parecido al nuestro, donde no solo la supervivencia es una aspiración, sino la convivencia y la necesidad de encontrarnos a nosotros mismos. El Libro de la Selva es una excelente película que demuestra que en Disney pueden ponerse serios cuando se lo proponen, sin importar que se trate de un material para niños. Trasladando las emociones humanas a unos seres con los que podemos sentirnos identificados, Favreau y su equipo han logrado un producto artístico sobresaliente que debe de sentar un precedente en el estudio.
Mención especial también para el doblaje de los actores mexicanos. Muy buen trabajo.