El folk horror le ha permitido al terror mexicano encontrar otra vertiente de escape alejada de los proyectos más comerciales y de cuestionable calidad. Huesera (2022) lo hizo hace dos años, y Desaparecer por Completo (2022) el pasado. Ahora, Un Cuento de Pescadores (2024), aunque no al nivel de las anteriores, continúa esta nueva racha y nos deja asomarnos a las leyendas de lo oculto en nuestro país desde una perspectiva social y más aterrizada.
Édgar Nito recupera el mito de La Miringua de la cultura purépecha, que advierte sobre la presencia de un espíritu femenino en el lago de Pátzcuaro que atormenta a los pescadores. Así, construye alrededor de ella, como anticipa el título, una serie de cuentos sobre el encuentro de este ser con varios habitantes del área. El guion de Nito y Alfredo Mendoza se adentra en la localidad para explorar los deseos y las frustraciones de una población asolada por penas laborales, románticas o existenciales. Como una suerte de antología que prefiere intercalar sus segmentos que mostrar uno por uno, la película realmente se siente como un relato que las viejas generaciones cuentan a las nuevas a modo de advertencia —y con moraleja—.

Un Cuento de Pescadores pone buena parte de sus fichas en la atmósfera. La fotografía de Juan Pablo Ramírez, sin duda, es uno de los elementos más fuertes del filme. El grano que le da a la imagen resulta determinante para otorgarle textura al pueblo y al lago, lo que permite que la obra se sienta netamente mexicana. Vale la pena destacar igualmente el trabajo de maquillaje y prostéticos para el diseño de la criatura, que verdaderamente inquieta con su elusiva pero constante presencia. El trabajo sonoro también es importante, pues completa el trabajo de inmersión que propone Nito.
Donde la cinta muestra debilidad es en los personajes. Algunas historias son más interesantes que otras, como la del pescador enamorado de sus propias ilusiones. Una, por ejemplo, la del triángulo amoroso, aborda el machismo en el México rural; sin embargo, al final no parece tener una conexión como tal con La Miringua. Y otra, acerca de un pescador perseguido, se percibe como incompleta. El atractivo narrativo definitivamente está disparejo, lo que hace pensar que quizá una mayor conexión entre los cuentos y menos personajes le pudo saber sentado mejor. Y podemos hablar del momento Saturno Devorando a su Hijo, una idea potente, aunque el CGI no esté completamente a la altura.

Un Cuento de Pescadores hace un gran trabajo al presentarnos la vida cotidiana del México profundo y la relación que sostiene con lo místico, sus tradiciones y sus prejuicios. Por otro lado, una multitud de personajes la hace sentir dispersa en algunos momentos, sin mencionar que el recurso del jump scare llega a ser muy obvio en varias escenas. De cualquier manera, el inquietante ambiente que crea, las actuaciones cumplidoras y una intención de mezclar la mexicanidad con el terror la convierten en una buena experiencia para quienes gusta de lo que hace, por ejemplo, Robert Eggers.