Septiembre 5 (September 5, 2024) llegó en el peor momento posible: cuando el mundo clama justicia por la invasión israelí del territorio palestino, que ha dado pie a cualquier cantidad de atrocidades. El conflicto de décadas da pie a los sucesos de la película, aunque en realidad la causa pronto carece de importancia, y es el acontecimiento en sí —la toma de rehenes de un grupo radical en medio de los Juegos Olímpicos de Múnich 1972— lo que acapara el foco, estableciendo un paralelismo inadvertido entre el enfoque periodístico de la historia y la naturaleza política de la cinta.
Los fans de En Primera Plana (Spotlight, 2015) se sentirán como en casa con el filme, pues se trata de una exploración muy detallada de la cobertura que dio ABC Sports al secuestro de varios atletas israelíes para intercambiarlos por presos políticos palestinos. En ese sentido, la película es interesante, pues muestra cómo ocurrían las transmisiones televisivas en vivo en el siglo pasado y el nivel de estrés que se manejaba durante eventos de gran envergadura. Apenas con una sola locación, Septiembre 5 crea todo un universo y un notable nivel de tensión. Un recordatorio de cómo ha evolucionado el periodismo.

Las cosas se tornan problemáticas cuando, como en casi cualquier otro producto occidental, los árabes son solamente un grupo terrorista sin rostro y completamente malvado. Es cierto que estamos ante una película más interesada en el ángulo periodístico del asunto y no como tal en el suceso; sin embargo, esa aparente indiferencia no puede ser pasada por alto en un momento tan crítico para el pueblo palestino y su lucha. La ética a la que se hace referencia en varias ocasiones queda un poco de lado para los que estuvieron a cargo de este proyecto.
Con el hecho como único objetivo, los personajes también quedan en muy lejano segundo plano, todos al servicio de la historia y con arcos truncos o sumamente básicos. Tenemos, por ejemplo, a un director de cámaras (John Magaro) cuyo propósito solamente es representar la dificultad de tomar decisiones éticas en cuestión de segundos; y a una traductora —Leonie Benesch, a quienes algunos reconocerán por El Salón de Profesores (Das Lehrerzimmer, 2023)— que manifiesta esa nueva generación de alemanes que deben cargar con la culpa de sus antecesores por la Segunda Guerra Mundial. Más allá de las ideas que enarbolan no se sienten como individuos de carne y hueso.

El estilo casi cinema vérité de Septiembre 5 contribuye a la atmósfera y encaja muy bien con la esencia del filme, y las actuaciones, por más que el desarrollo dramático sea mediano, no decepcionan. La cinta funciona mejor cuando se compromete con lo político, como cuando los periodistas debaten sobre qué términos deben utilizar para referirse a los palestinos; también hay una clara referencia al surgimiento mediático de las fake news. Desgraciadamente, la miopía de su discurso en tiempos violentos no la deja muy bien parada, principalmente cuando sus protagonistas estadounidenses alimentan esa noción de su desinterés por el sufrimiento de otros pueblos.