Las películas sobre la inhumanidad que destilan los multimillonarios ya llegaron a un nivel de insostenibilidad. Cada una que aparece en streaming o en cines emerge con un aura supuestamente revelador, como si no supiéramos la falta de ética y moral con la que se conducen estos individuos. Mountainhead (2025), el más reciente de estos fútiles esfuerzos, llega, además, con el plus de ser la primera incursión en largometrajes de Jesse Armstrong, creador de la icónica serie Succession (2018-2023). Desafortunadamente, a pesar de que parece que está ambientada en el mismo universo narrativo y visual, la cinta falla en dejar una impresión.
La trama, o lo poco que hay de ella, sigue a cuatro magnates de la tecnología reunidos en la casa de vacaciones de uno de ellos para pasar un aparente fin de semana tranquilo. Al mismo tiempo, un nuevo producto lanzado por uno de ellos desata un caos global —que al principio parece dirigirse hacia un escenario como el de Dejar el Mundo Atrás (Leave the World Behind, 2023)—. Vale la pena mencionar que el filme tardó solo seis meses en ser lanzada a partir de su concepción. Un tiempo récord, sin duda, aunque basta verla unos minutos para darse cuenta del despliegue limitado, tanto a nivel de producción como en lo narrativo. He aquí una película basada enteramente en diálogos e información. Por ello, quedaba en manos de cuatro reconocidos actores darle algo de vida a un relato que cualquiera podría describir como “hecho al aventón”.

Mountainhead es una esas cintas en las que absolutamente todos los personajes son despreciables e idiotas. Armstrong construye cuatro individuos inspirándose, seguramente, en las grandes figuras de la tecnología y lo que se habla alrededor de ellas. Su presencia incomoda, pero tampoco llega a ser tan interesante o intrigante como para generar interés en sus ocurrencias y delirios. Si bien Steve Carell, Jason Schwartzman, Ramy Youssef y Cory Michael Smith ejecutan más que decentemente los mandatos impuestos por sus odiosos personajes, los cuatro parecen más divertidos mofándose de esta clase elitista que ahondando en su retorcida psicología. En suma, Armstrong les da líneas peculiares y una personalidad marcada, pero no material suficiente como para indagar en su mentalidad y motivaciones.
La película se siente particularmente actual con los temas acerca de la IA —hay incluso cierto paralelismo en todo esto con Ex-Máquina (Ex-Machina, 2014), aunque sin los aspectos de ciencia ficción—, particularmente aquellos relacionados con la creciente imposibilidad de distinguir un video real de uno creador con estas herramientas. Armstrong alude brevemente a la singularidad y a la inestabilidad social como consecuencias directas del alza de la inteligencia artificial. Sin embargo, la exploración filosófica y sociopolítica queda opacada por las constantes demostraciones de masculinidad tóxica que, aunque el director y guionista pretende satirizar, en verdad resultan molestas, pues están presentes de principio a fin. Lo despreciable de los protagonistas genera humor unos momentos, pero luego se vuelve insorportable.

En su último acto, Mountainhead de pronto se convierte en una especie de thriller cómico alimentado por la inagotable paranoia y volatilidad de unos sujetos trastornados por su poder. El súbito cambio llega demasiado tarde, pues este tono más ligero ya no puede rescatar una historia previamente diluida por larguísimas y vacuas conversiones acerca del posthumanismo, golpes de Estados y el caos global. Al final, la cinta deja un sabor amargo y la percepción de que el propósito de este proyecto nunca quedó claro.
Mountainhead está disponible en Max.