Y aquí estamos de nuevo, con otro remake live action de Disney. Si bien la fórmula ya no es infalible, como lo demostró el fracaso de Blanca Nieves (Snow White, 2025), lo único que impedirá al estudio de seguir exprimiendo su catálogo en lugar de optar por proyectos originales es que termine por agotarse. Lilo y Stitch (Lilo & Stitch, 2025), ciertamente, no es el peor de estos productos, pero hay algo en su manufactura que la hace sentir inferior e indigna de la pantalla grande. No hay duda de que el entretenimiento está garantizado; sin embargo, no está ni cerca del encanto con el que la original nos enamoró hace tanto tiempo.
Esta nueva versión, básicamente, sigue la misma historia de la original, aunque ciertos cambios se le han hecho para adaptarla al “mundo real” contemporáneo. La ausencia del capitán Gantu, que el Dr. Jumba y el agente Pleakley adopten una forma humana y la poca presencia de la figura de Elvis en la trama generan algo de decepción, sobre todo por lo que queda en su lugar: un apático Zach Galifianakis como un villanesco Jumba; música genérica que poco tiene que ver con la esencia de la cinta; y la sensación de que estamos ante una película que bien pudo haber sido estrenada en Disney Channel en los 2000.

Otra modificación importante a la trama es la amplicación del rol de Nani, la hermano de Lilo. En esta ocasión, la huérfana tiene un desarrollo distinto que ahonda —controversialmente también, por qué no— en sus ambiciones personales y el equilibrio al que aspira para poder cuidar de Lilo. Esto, afortunadamente, le viene bien a la historia, pues brinda la oportunidad de explorar todavía más la relación entre hermanas, su dolor compartido y la dinámica que sostienen para poder sobrevivir solas en un mundo que está listo para separarlas. Y claro, la pequeña Maia Kealoha tiene un lindo debut como la protagonista.
Por otro lado, el elemento que casi siempre ha lastimado a estos remakes live action es, irónicamente, la parte animada fotorrealista. Aunque aquí Stitch luce genial, ya sea derrochando ternura o generando caos por doquier, lo demás luce muy básico, reafirmando las limitaciones que trae consigo este tipo de adaptaciones de acción real. El prólogo, por ejemplo, parece otro filme; y el resto del CGI no luce tan bien trabajado como el del experimento 626. Aunado a ello, el diseño de producción, los vestuarios y más aumentan esa sensación de que estamos viendo una película hecha para televisión. Es como si buena parte del presupuesto se hubiera ido en la animación de Stitch.

El remake de Lilo y Stitch procura la idea central de la original acerca de la familia y de no dejar a ningún miembro atrás a través de una linda historia de vínculos inquebrantables. Desafortunadamente, pocos son los argumentos que justifican que esto haya tenido que rehacerse en un producto claramente inferior. Si bien Disney saldrá ganando con, posiblemente, una de las cintas más taquilleras del año, como espectadores hay que reclamar mejores producciones que realmente hagan valer el costo de los boletos, porque queda claro que esto pudo haber salido en Disney+ sin problema alguno y nadie se hubiera quejado. Antes, Lilo y Stitch se sentía como una exquisita rareza, hoy se percibe más como una propuesta corporativa extremadamente calculada.