Crítica – La Chica de la Aguja: el terror de ser mujer

La Chica de la Aguja (Pigen Med Nålen, 2024), nominada a Mejor Película Internacional en los Óscar, solo puede describirse como una experiencia que no duda en castigar al espectador de principio a fin. Una colección de secuencias que capturan la podredumbre, la ruindad y la desesperanza con las que la humanidad convive siempre.

La historia, ambientada en el Copenhague de la Primera Guerra Mundial, sigue a Karoline, una joven embarazada que es acogida por una anciana llamada Dagmar, con quien desarrolla un vínculo afectivo que más tarde es puesto a prueba tras la revelación de un terrible secreto.

Magnus von Horn, quien hizo Sweat (2020) hace unos años, despliega un ejercicio de absoluta crueldad al trazar el camino de perdición social de Karoline. La actuación de Vic Carmen Sonne, que se soporta más en lo corporal que en las palabras, proyecta efectivamente la vulnerabilidad de una mujer cuya vida se convierte eventualmente en un espiral hacia el infierno.

Mención especial merece también Trine Dyrholm, que, como Dagmar, seduce emocionalmente con la empatía de un personaje que, después, revela su verdadera y retorcida naturaleza. Cabe destacar que se trata de un relato inspirado en hechos reales.

La belleza de las composiciones de La Chica de la Aguja solo es superada por el in crescendo de la brutalidad en un filme que se vuelve más perverso a medida que avanza. Hay que señalar que se acerca peligrosamente a la pornomiseria con un retrato que no teme apelar a la explotación para impactar. El modo en que von Horn captura la violencia por momentos parece un regocijo; la lucha feminista que inadvertidamente enarbola la protagonista se ve opacada por una visión masculina que no oculta una fascinación por lo mórbido sin un propósito definido.

Hacia el final también emerge una justificación de la gran y horrífica revelación de la trama, la cual, de forma un tanto inesperada, parece darle un sentido social. El discurso de von Horn no se siente tan bien sostenido como para encontrarle una lógica moral a una serie de atroces actos. La influencia de Gaspar Noé, en ese sentido, se hace presente.

De cualquier manera, las perturbadoras imágenes (que recuerdan un poco a los delirios visuales de David Lynch) ofrecen un recordatorio de las dificultades a las que se enfrentan las mujeres en cualquier contexto y época; el drama se convierte en otra horrible historia de terror (gótico, hasta cierto punto). El nivel de provocación, sus desgarradores visuales, las buenas interpretaciones y asombrosos valores técnicos hacen de este esfuerzo uno interesante.

La Chica de la Aguja está disponible en MUBI.