Para nadie es un secreto que The Weeknd es un artista movido frecuentemente por su ego, y tampoco es que haga mucho para disimularlo, sobre todo teniendo en cuenta que es uno de los artistas musicales más populares del planeta. El gusanito de la actuación le picó hace unos años, y ni siquiera el rotundo fracaso de la serie The Idol (2023) le hizo desistir de él. Ahora, el músico vuelve con Hurry Up Tomorrow: Más Allá de los Reflectores (Hurry Up Tomorrow, 2025), un largometraje que trata, precisamente, sobre lo difícil que es ser él. Vamos, sabemos que el precio de la fama suele ser uno muy alto a pagar; la salud mental, principalmente, representa el mayor sacrificio. Sin embargo, no hace falta una película —y una muy mala, por cierto—, para recordárnoslo, especialmente cuando se han hecho bastante mejores, y recientemente.
A diferencia de The Idol, Abel Tesfaye presenta una versión de sí mismo como protagonista. Este ejercicio de autoficción a lo Bardo, Falsa Crónica de unas Cuantas Verdades (2022) no requiere de un avatar para materializarse, pues tanto su nombre real como el artístico de este individuo en pantalla son los que conocemos. La historia, si es que hay una, le sigue en medio de su actual gira durante un episodio depresivo alimentado por el aparente alejamiento de su pareja sentimental por razones desconocidas —aunque asumimos que es por el estado mental de Tesfaye—. Lo que sigue a continuación solo puede describirse como una especie de video musical alargado por espacio de más de una hora y media. Lo que cuenta aquí bien pudo haber cabido en el video de alguno de sus sencillos.

Para este inútil esfuerzo, The Weeknd se vale del aclamado cineasta independiente Trey Edward Shults, quien parece supeditado en todo momento a los caprichos artísticos de la superestrella. Seamos sinceros: el único propósito de este proyecto es promocionar su nuevo álbum, que, supuestamente, es el último que lanza como The Weeknd. Y cuando vemos que el CEO de la todapoderosa promotora Live Nation es uno de los productores ejecutivos, queda claro que otro objetivo es vender boletos. Y que quede claro: pueden hacer lo que se les dé la gana con su dinero, pero disfrazarlo de una meditación filosófica y artística sí que no puede ser pasado por alto.
Shults, Tesfaye y el coguionista Reza Fahim —otra de las mentes maestras detrás de The Idol— recurren a los típicos clichés de películas ambientadas en el mundo del entretenimiento: excesos, mánagers abusivos —Barry Keoghan desperdiciado por completo— e incomprensión. En todas las escenas en las que aparece Tesfaye tenemos que someternos a tomas extremadamente pretenciosas y edgy que no hacen más que reiterar el punto inicial: las estrellas también sufren. Una trama paralela protagonizada por Jenna Ortega, que comienza aleatoriamente y que luego se cruza con la de Tesfaye de la forma más ridícula, alude a una especie de fantasía de The Weeknd que, de nuevo, apunta a una adoración por sí mismo. El final, derivativo de obras como Miseria (Misery, 1990) y Psicopata Americano (American Psycho, 2000), funciona como una hilarante profecía autocumplida: “mi música es mi salvación”.

Hurry Up Tomorrow es un ejercicio autotindulgente que no tiene absolutamente nada que decir sobre la salud mental de los grandes artistas, que se ven obligados a vivir vidas ficticias mientras están en la cima. Sonríe 2 (Smile 2, 2024), con una cantante fictica, hizo maravillas y nos adentró realmente en el estado psicológico alterado de una mujer en problemas con su realidad. Y si hablamos de historias acerca de “fans del infierno”, la menospreciada serie El Enjambre: Obsesión Asesina (Swarm, 2023) está a años luz de lo que sea que haya querido ser esto. Cuesta trabajo tomar en serio a The Weeknd como escritor para cine cuando crea líneas para sí mismo como “Soy una leyenda. Soy un icono”. Esto pudo haber sido una película de concierto, y todos hubieran quedado contentos.