A estas alturas del juego, Wes Anderson ya es más una marca que un autor. Su inconfudible estilo y tomas simétricas lo han convertido en una especie de deidad cinéfila cuyos adeptos le rinden pleitesía con cualquier cantidad de tendencias virales. En su más reciente trabajo, la nominada a la Palma de Oro El Esquema Fenicio (The Phoenician Scheme, 2025) redobla esfuerzos y deja atrás lo filosóficamente rebuscado de Asteroid City (2023) —injustamente repudiada— para entregar una comedia más física y ligera, con ciertas notas de misterio, que, aunque no puede evitar transitar pasajes de palabrerías sin sentido y los terrenos esperados del universo andersoniano, ofrece una hora y cuarenta minutos de un cine básico pero entretenido protagonizado por un par de nuevos rostros.
En esta ocasión, Anderson y su secuaz Roman Coppola entretejen una historia que, debajo de una densa capa de intriga corporativa y criminal, se enfoca en el viaje de redención de un millonario tratando de encontrar un propósito tras una vida de embustes y acciones moralmente cuestionables. Benicio del Toro —que fue de lo mejor en La Crónica Francesa (The French Dispatch of the Liberty, Kansas Evening Sun, 2021)— emerge como uno de los protagonistas más interesantes en la obra reciente del estadounidense. El veterano ejecuta muy bien la comedia inexpresiva que Anderson le pide; su presencia relativamente pacífica y la constante meditación en la que se embarca hacen del protagonista uno tan misterioso como atrayente.
Pero no está solo, pues Mia Threapleton le complementa efectivamente como su dubtitativa hija monja, que se debate entre su vocación y la sangre. La joven actriz se acopla rápidamente al universo de Anderson logrando una química nada efusiva pero sí muy convincente con del Toro. Sin embargo, es Michael Cera quien se roba todas las miradas con un papel que parecía que debía haber llegado hace mucho tiempo. Su llegada al mundo andersoniano cae como anillo al dedo con un personaje que tiene el sello del cineasta y más de una sopresa bajo la manga. Y claro, el multitiudinario reparto de estrellas con breves apariciones conformado por Scarlett Johnason, Bryan Cranston, Benedict Cumbertbatch y hasta Bill Murray —con un cameo que juega entre la broma y el homenaje— no decepciona en cuanto a lo cómico.
Donde la cinta exaspera es con toda la narrativa desplegada alrededor del viaje del protagonista, que debe ir al país de Fenicia para llevar a cabo un plan económico que le permita asegurar su legado. Francamente, cuesta trabajo recordar cuál era en realidad el objetivo y por qué tenía que hacer paradas en distintos puntos con variados y peculiares individuos. Esto distrae constantemente del mayor atractivo del relato: la complicada relación entre padre e hija. El filme brilla cuando pone bajo los reflectores el improbable lazo familiar entre una monja y un oligarca, pero se siente impenetrable cuando se detiene a explicar una trama que en realidad resulta irrelevante.
Y, bueno, El Esquema Fenicio no podía dejar pasar la oportunidad de entregarnos breves pero divertidos instantes que, en el fondo, describen el estado psicológico del personaje del Toro. Las escenas en blanco y negro que transcurren en el aparente más allá son brillantes en lo estético y lo narrativo. Con ellas, a excepción del intrincado y aburrido plan financiero, queda claro qué quiere un sujeto que ha decidido reconectarse con su hija en una cinta que, a pesar de coquetear con la recurrente superficialidad estética y una tediosa trama, consigue que nos preocupemos genuinamente por sus imperfectos protagonistas.
