A principios de los 80, un todavía novato Ridley Scott adaptó para su versión en cine una novela de Philip K. Dick llamada ¿Los Androides Sueñan con Ovejas Eléctricas? Los resultados de taquilla fueron más que decepcionantes y la crítica en realidad no le prestó la mayor atención. Años después, Blade Runner se convertiría en un clásico de la ciencia ficción, un estandarte del cyberpunk y una de las mejores películas de toda la historia, según un gran número de publicaciones, expertos y cinéfilos. Teniendo en sus manos un producto que no había sido explotado en décadas, en Hollywood se tomó la decisión de expandir el universo con una secuela, algo muy serio teniendo en cuenta cómo el legado de otras cintas de la época ha sido pisoteado con inmundas segundas y terceras partes en tiempos recientes. Afortunadamente, Blade Runner 2049 cumple con todas las expectativas y nos regresa a este enigmático y oscuro futuro que parece asomarse en el horizonte en la vida real.
2049 nos presenta a otro blade runner de la policía de Los Ángeles, K, un solitario replicante que, a pesar de ser parte de la nueva camada de Wallace, muestra algunas cualidades inherentes de los humanos, como el deseo de ser alguien. Conforme la trama avanza, el espectador acompaña a K en un viaje de autodescubrimiento que pone en jaque no solo el orden de la civilización, sino la misma identidad del protagonista; un sintético más que de pronto se encuentra en una aparente situación inquietante, pero hasta cierto punto deseada en lo más profundo de su ser. Tal y como sucede en el primer filme, estos replicantes suelen mostrar un lado más humano que los mismos hombres; sin embargo, esa constante búsqueda es suprimida brutalmente por los personajes de carne y hueso en la cinta, como la directora de la policía, Joshi (Robin Wright), una fría mujer que no se cansa de recordarle a K sobre la ausencia de un alma en su interior; o Wallace, un megalómano que busca satisfacer sus delirios de grandeza creando nuevos seres a diestra y siniestra.
Los guionistas, incluido Hampton Fancher, quien co escribió la original, y Villeneuve añaden ciertos elementos al personaje de K que ahondan en la personalidad de un replicante, como el aspecto romántico. Ana de Armas interpreta a Joi, una compañera virtual con quien ha desarrollado un fuerte vínculo, al punto de otorgarle la relativa posibilidad de ser libre, algo que la contraparte humana no ha hecho con él en ningún momento. Sin embargo, y como los distintos anuncios en las calles de esta caótica ciudad de Los Ángeles no los recuerdan en varios instantes, Joi está diseñada para escuchar lo que uno quiere, una inteligencia artificial creada para hacernos sentir bien en todos los niveles posibles. Aunque K lo sabe perfectamente, esto lo hace sentir importante y amado, tal y como ocurre con los acontecimientos que se suscitan a continuación alrededor de su gran descubrimiento. ¿Será posible que sea algo más de para lo que fue creado?
Las relaciones entre distintas manifestaciones de conciencia son una temática muy importante en 2049. Así como Ex Machina y Ella hicieron no hace mucho, esta película anticipa el inminente encuentro romántico y sexual entre hombre y máquina. En una de las escenas más comentadas, Joi, K y una prostituta (Mackenzie Davis) sostienen un trío que deja al descubierto esa búsqueda de placer por parte de cada una de las distintas inteligencias. La primera busca conectarse con su amante de una manera física, el segundo pretender experimentar el amor, y la tercera, aunque con una agenda oculta, simplemente quiere satisfacer su deseo carnal. Esto obviamente no es parte de la trama principal, pero sí que ayudan a completar el cuadro de la vida de un replicante y de un posible futuro para nosotros.
Visualmente, 2049 es igualmente impecable. El grandioso diseño de producción, el contraste de los colores neón con la oscuridad en la que frecuentemente se mueven los personajes, la puntual iluminación y los grandes efectos especiales construyen una estética que evoca a la de la cinta original. Por si fuera poco, la participación del legendario Roger Deakins en la fotografía da como resultado una serie de impactantes imágenes que resaltan la desolación de un mundo que a, pesar de estar al bordo del colapso, de alguna manera se mantiene en pie. Esas tomas de K caminando por el desierto, en el edificio de Wallace y en el casino con todas las luces y los hologramas de Elvis podrían valerle al veterano artista su primer Óscar.
Por supuesto, no podemos dejar de lado la música, otro de los aspectos más reconocibles de la primera. En esta ocasión, Hans Zimmer fue el encargado principal de las composiciones, pues Jóhann Jóhannsson decidió hacerse a un lado por diferencias creativas. Después de habernos mantenido al borde del asiento con su inquietante e infinita partitura en Dunkerque, el alemán ahora le hace los honores a Vangelis con una música original basada en sintetizadores que sin duda evocan la majestuosidad y el ambiente industrial de Blade Runner.
PEQUEÑO SPOILER ADELANTE. En 2049, nuestro protagonista se embarca en un viaje que cambia la percepción de la realidad tal y como se conoce; sin embargo, la suya se encuentra con una pared que ni siquiera su fuerza sobrehumana puede romper. La dicha que sintió al haber estado tan cerca de algo tan trascendental como saberse poseedor de un alma, no se compara con la desilusión con la que se topa después. Pero es es quizá lo que lo convierte en el personaje más humano de este relato, un individuo que, por un momento, pensó que estaba destinado a cosas inimaginables. K añora y sueña, tal y como cualquiera de nosotros. TERMINA SPOILER.
En un futuro no muy lejano, 2049 será considerada también como otro triunfo de la ciencia ficción. Villeneuve se consagra como uno de los mejores directores de cine comercial que existen en la actualidad, un cineasta capaz de llevar a buen puerto historias ajenas y con un estilo narrativo que funciona a la perfección tanto en una película independiente como en un blockbuster. Enhorabuena por este gran realizador.