
Tenemos que remontarnos casi una década para encontrar una cinta decente de Scott (Gángster Americano) y hasta principios de siglo para su última gran obra (La Caída del Halcón Negro). En los últimos tiempos, el director ha sucumbido profesionalmente y ha sido presa de malos guiones, pésimas decisiones creativas y un afán por destruir el legado de una de sus creaciones más emblemáticas. Después de la decepción provocada por la poco emocionante Prometeo, Scott continúa en la misma línea con Covenant, relato que ciertamente se acerca un poco más a la esencia de Alien, pero que se niega a dejar de lado todo lo malo que emanaba del capítulo anterior. En resumen, Covenant es un burdo intento por regresar a las raíces de la saga y la exasperante continuación de una pobre historia que no ha hecho mas que desmitificar la alguna vez terrorífica figura de los xenomorfos.
Tratando de emular la trama de El Octavo Pasajero, Scott y el guionista John Logan (Spectre, Penny Dreadful) nos presentan a una multifacética tripulación encabezada por un endeble y torpe capitán que no parece tener idea de lo que realmente necesita el cargo, sin importar que lo haya tomado por causas de fuerza mayor. Daniels, la siguiente en la línea de comando, es una mujer que prefiere pensarse las cosas dos veces y que no tolera las decisiones precipitadas. Su imagen y rol indudablemente nos recuerdan a la Ripley de Sigourney Weaver. La manera en que su protagonismo va aumentando conforme avanza la trama también encaja con la dinámica que propulsó a la actriz a convertirse en el emblema de la franquicia; sin embargo, este personaje carece de la potencia necesaria para siquiera quitarse la sombra de Ripley. Lo peor del asunto es que Scott y Logan han querido reciclar prácticamente todo lo bueno de El Octavo Pasajero, incluido el clon de Ripley, mezclándola con las cuestionamientos filosóficos que iniciaron en Prometeo.
Los desaciertos narrativos aparecen desde muy temprano. Además de ser sometidos a un soporífero y redundante prólogo sobre los primeros minutos de la existencia de David (Fassbender), el planteamiento posterior de toda la problemática avanza con un lentísimo ritmo que nos impide involucrarnos por completo. La carga emocional que se pretende inyectar a los tripulantes del Covenant tampoco resulta efectiva, pues la muerte de uno de ellos en realidad no añade alguna dimensión significativa. El repartir el peso protagónico en distintos personajes no funciona del todo, pues ninguno, ni siquiera el par de sintéticos interpretados por Fassbender, emergen con la capacidad de tomar el control de la trama. Por si fuera poco, el guión se vuelve totalmente predecible y el gran giro del final puede ser anticipado sin dificultad restando así valor al desenlace.
Es cierto que Scott y Logan intentan desmenuzar ese cuestionamiento humano que se hace David sobre la incapacidad de poder crear. Como un sutil esclavo de sus creadores, este se rebela en busca de poder acariciar esta facultad, misma que tuvieron los dioses y los hombres antes de que él. Con sus diabólicos experimentos, David satisface ese deseo que le atribuye cierta divinidad y lo hace parecer casi invencible. Ese es justamente el poder que nos otorga el hecho de poder crear, algo que intenta explicar a su contraparte todavía sometido por el dominio del hombre. De cualquier manera, la necedad por apegarse a este discurso afecta notablemente a la esencia de Alien. Quizá en otra película hubiera funcionado, pero en el universo en cuestión, o al menos con el que crearon con El Octavo Pasajero, ese planteamiento sobra. La forma en que se intenta desesperadamente buscarle un origen al terror es lastimosa y ridícula.
Tampoco podemos pasar por alto la cantidad de estúpidas decisiones y erráticas acciones que emprenden varios de los personajes, una trampa para conseguir que el relato continúe sin mayor problema. SPOILERS ADELANTE. ¿Por qué demonios tuvieron que abrir la puerta del laboratorio médico donde estaba el protomorfo recién nacido? ¿Por qué arriesgar una misión que fue cuidadosamente planeada por una señal que podría significar algo sumamente peligroso? ¿Por qué seguir a un maniático sintético y dejar que cuente sus malévolos planos en lugar de asesinarlo en el acto? TERMINAN SPOILERS. Scott y Logan pueden hacer mejor que esto.
Covenant regresa a la saga las brutales escenas llenas de sangre y casi a la mítica criatura que se volvió en un ícono de la cultura popular hace tantos años. Desafortunadamente, el camino que se ha elegido para esta nueva parte de la historia va en detrimento del mito que el mismo Scott creó el siglo pasado. Si hay algo que queda claro con esta secuela es que la franquicia nunca debió de haber despertado a pesar de la mala nota con que quedó (sí, te estamos hablando a ti Jeunet), y que el alguna vez importante cineasta simplemente ya no tiene algo valioso qué contar. Afortunadamente no lo veremos en el banquillo dirigiendo la esperadísima segunda parte de Blade Runner, la cual está en las mejores manos posibles.