El subgénero de “comerse a los ricos” perdió ya su gracia, precisamente, por cosas como La Muerte de un Unicornio (Death of a Unicorn, 2025), una película perdida en su propia fantasía oscura; una sátira desprovista del mismo filo de los colmillos de la criatura titular. El nuevo proyecto respaldado por A24 confirma la intención de la compañía de explorar todo tipo de terrenos cinematográficos, aunque eso signifique apoyar cualquier cosa calificada como “rara” simplemente porque sí. Sin duda, esto es lo peor con lo que le se la ha asociado a la distribuidora.
La cinta, por supuesto, ataca tres frentes: la comedia negra, la fantasía y el terror; en ninguno de ellos tiene éxito. En el primero, los personajes son tan desagradables, simplones o bobos que sus chistes no causan una sola carcajada. En el segundo nos trata de adentrar en el mito del unicornio —presentado aquí como una criatura con poderes curativos—, pero la exploración es tan básica y vaga que resulta poco atractiva. Y en el último, el terror verdadero nunca aparece, por más que haya varias escenas gráficas; todo se reduce a jump scares baratos. Se nota la desperación por parecerse a algo como Boda Sangrienta (Ready or Not, 2019).
Las cintas que se burlan de la idiosincrasia y hábitos de la élite agotaron ya los recursos narrativos a la mano. Lo que antes daba risa ahora causa algo de pena ajena. El problema de La Muerte de un Unicornio va más allá de la obviedad de su discurso —que sigue a una familia propietaria de una farmacéutica en busca de convertir a un unicornio atropellado en una mina de oro—; la manera en que trata supuestamente de mandar un mensaje, por cierto, repetido hasta el cansancio en la última era, es verdaderamente lamentable. Además, la relación entre ciencia y naturaleza se desarrolla aquí con un concepto bastante ridículo
Lo que trae a colación Parque Jurásico (Jurassic Park, 1993), no solo por lo anterior, sino también por un tercer acto que intenta emular la tensión y la constante sensación de peligro que emana del clásico de Steven Spielberg. El director y guonista Alex Scharfman ciertamente estaba tan preocupado por si podía hacerlo, que no se detuvo a pensar si debía. La crítica tan superficial que desarrolla sobre la voracidad del capitalismo está a años luz de las advertencias que el autor Michael Crichton lanzó con su universo literario, reforzadas posteriomente por Spierlberg con su adaptación. Esta “modernización” deja mucho que desear.
La Muerte de un Unicornio, por si fuera poco, hace uso de un terrible CGI; la criatura rara vez se ve integrada efectivamente al entorno live action. Y no es que los actores ayuden, pues Jenna Ortega —encasillada ya totalmente— y Paul Rudd están en piloto automático de principio a fin; y, bueno, Will Poulter no tiene más remedio que interpretar a un terrible personaje en todo sentido. Con lo anterior, queda claro que estamos ante una de las grandes contendientes a peor película del año.
