En una escena de La Luz que Imaginamos (2024), una de las mujeres protagonistas le dice a otra que “hay que acostumbrarse a la impermanencia”. En una ciudad como Bombay, esto resulta elemental, pues el cambiante panorama urbano exige demasiado de sus habitantes, sobre todo de aquellos y aquellas que viven al día y al margen de la bonanza. En su primer largometraje de ficción, la directora india Payal Kapadia entrega un evocativo retrato de la megaurbe y de tres de sus habitantes, un grupo de mujeres que se resisten a los designios de un sistema que decide por ellas.
La historia sigue a Prabha, Anu y Parvathy, de distintas generaciones y que trabajan juntas en diferentes áreas de un hospital. Cada una vive un drama muy personal: la ausencia de un esposo apenas conocido; el rechazo a un matrimonio arreglado, y la negación a abandonar el hogar. Kapadia nos adentra en tres confrontaciones muy íntimas en contra de un patriarcado que rige casi todos los aspectos de su existencia. Es a través de la sororidad y su inquebrantable anhelo de individualidad que conectamos con la frustración de cada una de ellas. La construcción dramática a la que la cineasta recurre es sutil y efectiva. Personajes de carne y hueso profundamente complejos.

Kapadia hace de Bombay otro personaje en La Luz que Imaginamos. “La ciudad de las ilusiones” emerge como una especie de antagonista; la voracidad del desarrollo urbano no perdona, y conforme avanza la película somos testigos de los obstáculos que Prabha, Anu y Parvathy han de sortear para sobrevivir. Aun así, Kapadia captura la ciudad de una forma casi nostálgica (le grano de la fotografía de Ranabir Das es determinante en este sentido), pero poniendo el ojo siempre en su parte más real, aquella donde las ilusiones se convierten en frustraciones. Es hasta el último acto, cuando la acción pasa a un entorno rural, que el sentimiento adquiere un tono esperanzador y de reconciliación, tanto entre las mujeres como con lo que las rodea.
El filme desenvuelve los conflictos de las protagonistas satisfactoriamente y alude brillantemente a su relación con Bombay para construir un desenlace emocionalmente convincente. Que “la ciudad les robe el tiempo” y que la idea de que “todo aquel que se va al extranjero pierde la cabeza o la memoria” terminan por definir los sentimientos de unas mujeres que se ven cara a cara con el destino. Ya sea con un toque de realismo mágico, o con una escena íntima captada de la manera más dulce e inocente, Kapadia demuestra un tacto inigualable para expresar del sentir de su propia sociedad.

La Luz que Imaginamos, ganadora del Gran Premio en el Festival de Cannes, es una obra maestra que manifiesta lo que significa permanecer inmóvil esperando a que algo suceda, lo cual se traduce en la vida de millones de indios, especialmente mujeres, habitantes de una gigantesca pero opresiva ciudad. Kapadia pide imaginar en la oscuridad para hallar la luz y comenzar a sentir. Cuando todos alrededor parecen extraños, incluso los conocidos, esta iluminación emerge como el único aliciente.
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