Otro año, una nueva película de Netflix con un desorbitante presupuesto —supuestamente, cerca de $320 millones de dólares— destinada a ser olvidada prácticamente dos minutos después de terminada. Estado Eléctrico (The Electric State, 2025), el nuevo proyecto de los hermanos Russo —que no han tenido otro remedio más que volver a Marvel para recuperar cierta credibilidad—, es un temprano candidato a la peor película del año: un producto tan inerte como los robots que presenta y tan aburrido como cualquiera de los últimos trabajos de estos populares directores.
Basada en la querida novela ilustrada de Simon Stålenhag, el filme nos introduce con demasiada torpeza en un mundo distópico tras una guerra entre humanos y robots. Prácticamente desde el comienzo, el guion se refugia en la exposición para evitar cualquier complicación. A través de los típicos segmentos de noticias y una tonelada de diálogos que explican absolutamente todos los detalles de los planes, deseos y motivaciones de los personajes, nos enfrentamos a un universo desprovisto de cualquier grado de misterio o atractivo. No hay absolutamente nada en él que despierte interés.

Millie Bobby Brown y Chris Pratt demuestran una vez más una falta notable de rango actoral. Si bien la dirección y las líneas no les ayudan para nada, la forma en que entregan estas últimas, la poca gracia que proyectan y una nula capacidad para manejar sus expresiones les convierten en protagonistas sosos y muy poco simpáticos. Y si a eso agregamos un Stanley Tucci haciendo una especie de caricaturesco villano que fusiona a Elon Musk con Steve Jobs, y a un Ke Huy Quan perpetuando una racha lamentable tras ganar el Óscar, nos queda un reparto lleno de estrellas, pero con nada de entrega. Giancarlo Esposito, por cierto, sufre ya de un tremendo encasillamiento.
Estado Eléctrico dura casi dos horas, pero se sienten como tres; el segundo acto es lo peor; la trama se estanca por completo y nos somete a una gran cantidad de escenas en las que los personajes solo hablan y hablan sin hacer algo relevante. La nula expresividad de Brown y los malos chistes de Pratt hacen que la experiencia sea verdaderamente insoportable. Bien podríamos estar ante la Borderlands (2024) de este año. Quizá lo único rescatable es el CGI de los robots, que casi todo el tiempo lucen bien integrados en el live-action.

Desafortunadamente, un exceso de sentimentalismo barato, un enfoque demasiado infantil y entornos demasiado falsos hacen de lo más nuevo de Netflix otra “cinta” algorítmica que, irónicamente, alude a la idiotización de la humanidad a través de la tecnología y las experiencias virtuales que nos impiden vivir en el aquí y en el ahora. La obra de Stålenhag queda reducida a una versión estrafalaria y muy pobre de Ready Player One: Comienza el Juego (Ready Player One, 2018).
Estado Eléctrico está disponible en Netflix.