Crítica – El Baño del Diablo: el sufrimiento histórico de la mujer

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“Quiero desaparecer del mundo”, dice Agnes (Anja Plaschg) durante una de las escenas más impactantes de El Baño del Diablo (Des Teufels Bad, 2024), la nueva y perturbadora película de Veronika Franz y Severin Fiala —directores de Dulces Sueños, Mamá (Ich seh, Ich seh, 2014)—. Este sentimiento de desolación representa el de toda una época de total sumisión para la mujer. En su nuevo trabajo, los directores austriacos indagan en la historia de su país para recuperar una serie de hechos que, tristemente, nos recuerdan la opresión que pueda llegar a ejercer la religión y el denigrante papel que la sociedad tuvo para el sexo femenino por tanto tiempo.

Sería demasiado clasificar esta cinta como terror, aunque hay algo en ella que la emparenta con el folk horror, específicamente con el de Robert Eggers. Aquí no hay nada sobrenatural o fantástico, pero sí una constante sensación de inquietud alimentada tanto por lo lúgubre de las imágenes como por una serie de escalofriantes acontecimientos basados en hechos no específicos pero sí reales. Se trata, en suma, de un drama psicológico de época influenciado por el subgénero en cuestión que examina con ojo crítico el papel de la religión en la vida de las personas.

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Imagen: Ulrich Seidl Filmproduktion GmbH, Heimatfilm

Franz y Fiala nos introducen en la vida cotidiana de una aldea austriaca del siglo XVII y de una joven mujer recién casada de la que se espera mucho: servicio e hijos. Pero cuando Agnes “falla” en ambos sentidos, todo el peso de las estrictas expectativas sociales cae sobre ella. Los cineastas muestran su frustración a través de una serie de situaciones muy oscuras; la del final, particularmente deja una sensación de malestar general, equiparable a la que provocó La Chica de la Aguja (Pigen Med Nålen, 2024), que aborda una temática similar.

En El Baño del Diablo, Franz y Fala vuelven a indagar en lo más atípico de la maternidad. Las madres en su universo cinematográfico no entran en los estatutos que las considerarían “normales”, pero el amor que emana de ellas, por más retorcido, resulta indudable. Agnes, aunque no lo sea, se une a este grupo como una mujer tratada, básicamente, como un perro por tal razón, lo que le lleva al límite y a tomar una decisión registrada históricamente y que tiene su origen en la presión religiosa y social. Quienes hayan visto el documental Brujas (Witches, 2024) —disponible en MUBI— tendrán una mejor perspectiva de la cinta.

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Imagen: Ulrich Seidl Filmproduktion GmbH, Heimatfilm

Ganadora del premio a Mejor Película en el Festival de Sitges, El Baño del Diablo señala la codificación tóxica emanada del patriarcado y la ignorancia como grandes males históricos todavía latentes en cierto sentido en nuestra sociedad. Con su nueva obra, que se cuece a fuego lento, pero que tanto al principio como al final ofrece tres momentos de absoluta desesperanza y terror, los directores austriacos regresan en forma tras la titubeante La Cabaña Siniestra (The Lodge, 2019); una excelente noticia para los que seguimos con atención su trabajo desde su magnífico debut.

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