Con Anora (2024), Sean Baker nos regala otro anticuento de hadas sobre una fantasía que se estrella contra la pared vista a través de la experiencia de Ani, una víctima más de un sistema que no tarda en recordarle cuál es su verdadero lugar, tal y como sucede en El Proyecto Florida (The Florida Project, 2017) o Red Rocket (2021).
La ganadora de la Palma de Oro en la pasada edición del Festival de Cannes se presenta como una comedia screwball cuya buena dosis de entretenimiento y humor solo es superada por la tragedia em0cional y social que supone el fin del viaje de una joven stripper que involuntariamente debe enfrentarse a los designios de la clase dominante.

Mikey Madison se convierte en una estrella gracias al papel protagónico. Baker eleva el talento de la actriz y lo conduce por el camino del realismo para hacer de su interpretación una veraz y dotada al mismo tiempo de considerable empatía hacia la clase trabajadora y a las mujeres dedicadas al negocio del sexo. Madison destila carisma y, en esa inolvidable escena final, una inconmensurable sensación de desolación y, extrañamente, alivio.
Por su parte, Baker se consagra como un realizador total por la manera en que traduce cinematográficamente un guion aparentemente simple. Su estilo, que parece combinar el cine de antaño con un ritmo a veces muy intenso al estilo Safdie, se ajusta muy bien a la historia, nunca opacándola y dejando que todo fluya sin aspavientos visuales. Su presencia es constante pero sutil. Los diálogos, además, son creíbles, divertidos, mordaces y precisos. He aquí uno de los autores estadounidenses más completos de la última época.

El casting también brilla. Si bien todos los que interpretan al grupo de rus0s/armeni0s que se oponen a Anora tienen sus grandes momentos cómicos, quien deja la impresión más duradera es Yura Borisov, protagonista de la infravalorada Expreso a Murmansk (Hytti Nro 6, 2021); su creciente rol en la trama culmina con el instante más bello de la cinta.
Anora, claro, recuerda en cierto sentido a Mujer Bonita (Pretty Woman, 1990), pero la realidad es que el filme en cuestión aporta una visión más cruda y humana de lo que significa el trabajo s3xual, tanto sus implicaciones sociales y personales, dejando el romanticismo completamente de lado. Se trata de una película desgarradora que, al final, encarna lo que realmente se siente ser vista como una persona por primera vez.