
Quizá el aspecto que distingue a esta película de las demás del estilo es el conflicto personal que tiene su protagonista, el cual ataña completamente a la extrema situación que vive. Kristian es un padre de familia que ama lo que hace, probablemente igual que a su esposa e hijos. Cuando una mejor oportunidad laboral surge en la ciudad, todos en casa se encuentran emocionados y expectantes al respecto, menos él. El tiempo que le ha dedicado al estudio de los alrededores lo han convertido en un experto, pero también en un tipo obsesionado y hasta cierto punto paranoico. El tener que irse lo hace sentir como si estuviera abandonando su rol como guardián. Si bien la película se centra en el desastre, el guión presenta un buen desarrollo de este personaje, uno que se enfrenta a sus propios demonios antes que a la furia de la madre naturaleza.
Aunque la verdadera acción no llega hasta casi la mitad de la trama, la primera parte se desenvuelve de una forma muy convincente, pues además de lo ya mencionado anteriormente, la tensión se va acumulando de manera efectiva. Ya sea en las escenas en las que Kristian y su esposa se mandan mensajes después de haber tenido una pelea producto de la terquedad del primero, en el centro de monitoreo, donde sus ex compañeros se rehusan a creer que algo está a punto de suceder, o la aparente calma que se vive en todo el pueblo, la electricidad en el ambiente es transmitida acertadamente. Uthaug rodea todas las acciones con un aura de apacibilidad y una sensación de incertidumbre al mismo tiempo.
Es cierto que La Última Ola cuenta también con los clichés de una cinta como estas. La salvación en el último minuto, el reencuentro de la familia , el sacrificio o los típicos testarudos que no pueden ver lo que está a punto de ocurrir. Sin embargo, la dirección de la misma nos lleva hacia oscuros lugares que Hollywood no se atreve a explorar. La muerte y devastación son expuestas de una manera verdaderamente cruda. En una escena, Kristian se resguarda de la ola junto a la esposa de una amigo suyo dentro de un auto. Aunque este sobrevive, la mujer perece atravesada por una viga de hierro. En otro momento, mientras busca a su esposa e hija, Kristian encuentra un autobús lleno de cadáveres. La cámara nos hace ver los rostros inexpresivos de cada uno de los cuerpos, incluso de uno que otro personaje que conocimos con anterioridad. Está también el aspecto de la naturaleza humana y las reacciones instintivas ante este tipo de eventos. Cerca del final, Idun (Ane Dahl Torp), su esposa, está encerrada con su hijo y un hombre en un refugio. Los tres han sobrevivido a la ola, pero el agua poco a poco empieza a entrar a la habitación. Presa de la desesperación, el tipo trata de ahogar a los otros dos en busca de quedarse con el poco aire que queda. Sin más remedio, Idun tiene que asesinar al hombre para velar por su seguridad y la de su hijo. Todos nos aferramos a la vida.
Resulta curioso comparar La Última Ola con otra muy buena película nórdica, Fuerza Mayor, en donde un individuo se enfrenta a otro fenómeno natural que, aunque no causa daño físico alguno, sí que saca su lado más animal para el horror de su familia. Ambas obras son muy diferentes entre sí, pero ninguna tiene miedo de mostrarnos a personajes oscuros, imperfectos y, al final, claramente humanos.
Con efectos especiales de una gran manufactura, especialmente en la creación del majestuoso tsunami, muy buenas actuaciones y una trama sencilla y sólida a la vez, La Última Ola es una muestra del excelente cine comercial que podemos encontrar en otras partes del mundo. Esta no nos ofrecerá nada nuevo ni nos hará reflexionar por días, pero sí que nos hará pasar un buen rato. traten de verla en el idioma original y sin el odioso y deplorable doblaje gringo, el cual ciertamente la hace ver ridícula algunos instantes. Ya sabrán de cuáles se tratan.