Son tiempos delicados en el panorama mundial. Las tensiones raciales han escalado a niveles alarmantes y el mundo parece dirigirse a una edad oscura llena de temor, odio y segregación. El cine, obviamente, resulta un medio ideal para levantar la voz y propiciar un diálogo que busque un cambio o una posible concientización a través del lenguaje visual y un discurso bien argumentado. Desafortunadamente, muchos personajes en la industria se toman esto a la ligera y sus obras que pretenden lo anterior no son más que burdos intentos que puntualizan lo obvio sin ahondar en la verdadera naturaleza del problema. Talentos Ocultos es prueba de ello, una mediana cinta bien hecha y con buenos actores, pero con un vacío mensaje de unidad que carece de cualquier tipo de fuerza.
De cualquier modo, Melfi encuentra el espacio para incluir algunos buenos momentos, como aquella escena en la que Katherine convence con éxito a un juez local de abrirle un espacio en las clases que necesita para obtener un valioso ascenso. Con un buen discurso sobre lo que significa ser el primero en cualquier cosa, Monáe destaca por su gracia en pantalla y su indudable credibilidad como actriz, la cual también ya pudimos constatar en Luz de Luna. Vaya que su incursión en el cine ha sido muy buena hasta ahora. El director también incorpora con éxito escenas documentales a la narrativa, como las emisiones noticiosas o imágenes reales de los despegues de los cohetes, cosa que le agrega cierto interés al relato.
Talentos Ocultos es una película común y corriente con decentes actuaciones, una trama aceptable y un típico desarrollo con un mensaje inspiracional que hemos visto en innumerables ocasiones. El cambio del paradigma que ocurre dentro de este pequeño universo es más que predecible y aunque es alentador poder saber que estas mujeres cambiaron aunque sea un poco la forma de pensar de aquellos a su alrededor, el tono semicómico y la ligereza del argumento la convierten en una obra poco memorable.