
En esta ocasión, los Guardianes se han convertido en una especie de familia disfuncional, una con serios problemas emocionales pero con un fuerte lazo de por medio, más intenso del que algunos de sus miembros quisieran admitir. Gunn se concentra en cada uno de ellos desarrollando un conflicto interno que los propulsa a tomar una serie de decisiones que definirán su rol dentro de la dinámica familiar. Peter se reencontrará con su padre brindándole la posibilidad de disfrutar finalmente del cuidado de una figura paterna. Gamora igualmente se reencontrará también con otro miembro de su familia, Nebula (Karen Gillan), quien, guiada por los celos, no se detendrá hasta demostrar que es mejor que ella. Drax seguirá honrando el recuerdo de sus seres queridos mientras desarrolla una peculiar relación con la sirvienta de Ego, Mantis (Pom Klementieff), una apacible extraterrestre capaz de sentir las emociones de los demás. Finalmente, Rocket y su empedernida necesidad de mantenerse ajeno a cualquier vínculo emocional lo hará conectarse con Yondu, un tipo que ha pasado lo mismo que él. Entre el caos, las traiciones y una serie desventuras, estos encontrarán que la familia que han escogido, a pesar de todos sus defectos, los convierte en mejores personas y les otorga un verdadero sentimiento de pertenencia, algo que rara vez habían podido experimentar o que habían perdido entre tanto trauma.
Si bien nos topamos nuevamente con una predecible trauma de salvar a la galaxia, Gunn hace que este viaje sea sumamente satisfactorio gracias a una fuerte dosis de comedia y entretenidas escenas de acción. Podemos anticipar el desenlace con mucha facilidad, pero lo que realmente destaca es la forma en que el director consigue que su obra no sucumba ante el tedio o la repetición. Al echar mano de nuevos conceptos, como la incuestionable ternura de bebé Groot y el recién descubierto sentido paternal de Yondu, la historia explora más posibilidades y expande la personalidad de sus protagonistas. Estos individuos son los mismos que conocimos en el primer volumen, pero las nuevas experiencias nos dejan ver una nueva perspectiva de su ser; tan frágil como cómica dependiendo de la situación.
Pero en como en cada película de Marvel, el antagonismo nuevamente sufre de un problema de personalidad. Ayesha, quien en realidad no es más que un personaje secundaria, se una a la larga lista de enemigos poco memorables, una de la que solo Loki y el Soldado del Invierno han podido escapar. Otro gran problema de la trama es Ego, pues sus intervenciones con Peter sumen a la cinta en un pequeño letargo. Las escenas en su planeta son los momentos más débiles de todo el relato, pues la química entre Russell y Pratt nunca termina por cuajar. De cualquier manera, la gran selección musical, liderada por Cat Stevens y George Harrison, vuelve a ser determinante al acompañar las secuencias brillantemente y dándole una gran personalidad a todo el proyecto. El estilo está ahí.
El volumen 2 de Guardianes de la Galaxia nos da de todo un poco, desde rimbombante acción hasta instantes sumamente emocionales que nos dejan ver el lado más tierno y sensible de estos guerreros. Si podemos destacar a alguno sin duda tendría que ser Yondu, quien emerge como un personaje que ha descubierto que vale la pena luchar por aquellos que quieres y que encuentra en la redención una forma de expresar sus verdaderos sentimientos. En suma, este secuela no sufre en absoluto de los vicios propio de su naturaleza. Los defectos afortunadamente son menores y estos de ninguna manera ponen en peligro la estabilidad de la trama. La gran expectativa recae ahora sobre su futuro. ¿Cómo podrán estos personajes ahora sí entrar a la dinámica de los Vengadores siendo ellos mismos? En menos de un año lo sabremos.