Pocos reboots y remakes le han hecho honor a la saga que representan como El Planeta de los Simios. A principios de la década comenzó esta nueva narrativa que, tomando elementos de las cintas clásicas, introduciría a las nuevas generaciones una de las historias de ciencia ficción más famosas y celebradas de la historia. Aunque la idea no convencía a los más escépticos, (R)Evolución dejó en claro que esta versión podía poner nuevas cosas sobre la mesa, además de que los avances tecnológicos permitirían explorar nuevas posibilidades. En Confrontación, la serie, a pesar de ostentar la categoría de blockbuster, nos encontramos con un emotivo relato se supervivencia; y ahora, en La Guerra, la trilogía llega a un satisfactorio desenlace que nos inserta en la crisis emocional de un fascinante personaje con la difícil tarea de dirigir a un pueblo. He aquí la manera de concebir una exitosa película veraniega sin la necesidad de recurrir a las ridiculeces.
Lo que empieza como el preámbulo de una guerra pronto se convierte en una película de escape, lo que permite a Reeves ahondar en otros temas como la xenofobia y la redención, los cuales indudablemente encajan perfectamente en una época marcada por la intolerancia. Al igual que su predecesora, La Guerra está cargada de conmovedores y trágicos momentos que no tratan de manipular al espectador, más bien buscan enfatizar el trauma y la devastación que trae consigo el miedo a algo difícil de comprender, lo que usualmente termina por generar violencia. Si bien el principal propósito de la saga era concebir el viaje de un insólito y noble héroe, el tenue trasfondo social está ahí, algo que verdaderamente se aprecia en un blockbuster como este.
Conforme la trama avanza nos damos cuenta de las implicaciones personales tanto para Caesar como para el Coronel. Ambos han centrado sus esfuerzos en acabar con el otro. Las vidas de cientos han sido comprometidas con su obsesión, y aunque los separa un mundo de brutalidad y crueldad, los dos han perdido el camino cegados por una causa sin sentido. Todo el tiempo vemos a un Caesar inquieto, molesto y perturbado por haber violado sus principios y por haberse convertido en lo que menos quería. Irónicamente, este, al final encuentra en su ser ese grado de humanidad que le abre los ojos y le devuelve la credibilidad a su pueblo. Por otro lado, el Coronel representa la pérdida de la misma, la degradación del ser en su máxima expresión.
Pero no solo se trata del aspecto mental, pues La Guerra hace un sombrío pronóstico en el que los humanos podrían perder sus facultades sociales y devolvernos a la edad de piedra, transformándonos una vez más en seres salvajes y primitivos. Este detalle, además de hacer un guiño a la cinta original de El Planeta de los Simios, también lleva consigo una advertencia sobre en lo que nos hemos convertido, seres que buscan destruirse a sí mismos y que eventualmente lo lograrán, generando un nuevo tiempo de paz para la Tierra y las demás especies que la habitan.
La Guerra ciertamente tiene sus carencias narrativas con algunas decisiones ilógicas y escenas irrelevantes, pero estas en ningún momento opacan el dramatismo presente en la mayor parte de la película, como ese último encuentro entre Caesar y el Coronel envuelto en una capa de misericordia y lástima. Inesperadamente también nos encontramos con un alivio cómico gracias a Bad Ape (Steve Zahn), otro simio inteligente con muchos tratos humanos, tanto para bien como para mal, y cuyas intervenciones resultan sumamente cómicas a pesar del contexto.
El Planeta de los Simios: La Guerra es un blockbuster inteligente que combina la majestuosidad de los efectos especiales de vanguardia con una sólida trama, misma que concluye de muy buena manera la trilogía. La saga ha sido reintroducida a las nuevas generaciones en el momento ideal. La humanidad de Caesar y la oscuridad que reside en él nos remiten a nuestra propia existencia, el sentido de la moral y los límites que las definen. Quizá sea muy aventurado dar por sentado nuestro dominio sobre el mundo y nosotros mismos en estos tiempos venideros.