Las películas biográficas generalmente son un peligro para la misma esencia del cine. La legitimación a través de la veracidad de los hechos suele ser su principal objetivo, lo que, la mayor parte de las veces, deja en un segundo y lejano plano el uso de algún tipo de recurso narrativo no convencional. Si bien este género llega a captar la atención del público por la promesa de que “está basada en hechas reales”, el resultado puede ser algo tedioso y poco imaginativo. Las Horas Más Oscuras, la cual presenta una nueva iteración del legendario Winston Churchill, es una impecable producción que nos deja ver el lado más vulnerable de este personaje, pero que al final no deja de ser una cinta biográfica más que solamente será recordada por la magistral actuación de su protagonista.
Desde hace más de una década, Joe Wright se ha dedicado a adaptar algunas obras clásicas y a enarbolar el espíritu británico en sus películas. Si damos un rápido vistazo a su filmografía podemos darnos cuenta que el director es aficionado de una narrativa que se pasea peligrosamente por la la línea del melodrama y que realmente no toma ningún tipo de riesgo. Quizá Hanna sea su trabajo más vanguardista hasta ahora, pero si no contamos esta, podemos clasificar a Wright como un realizador totalmente tradicional. Las Horas Más Oscuras sigue esta línea para enaltecer la figura de uno de los británicos más famosos de todos los tiempos: Winston Churchill, personaje clave de la Segunda Guerra Mundial cuya vida ha inspirado al mundo occidental desde aquellos tiempos bélicos.
La cinta se enfoca en los primeros días de Churchill como Primer Ministro, mismos en los que enfrentó a una férrea resistencia de algunos prominentes miembros del Parlamento, quienes buscaban negociar con Hitler para mantener la independencia de Gran Bretaña. Oldman, quien se pierde bajo capas y capas de maquillaje, una incómoda postura y una voz distinta, carga con todo el peso de la historia de principio a fin. Si alguien no supiera que es él quien interpreta al protagonista, pocos podrían adivinarlo basándose solo en lo que ven en pantalla. Oldman interpreta a un impredecible viejo cascarrabias con una fuerte predilección por el alcohol que de pronto se convierte en el líder de un país que en cualquier momento podría ser devastado física y moralmente por la guerra. La incertidumbre y la flaqueza del individuo son palpables gracias a ese toque humano y emocional que el actor pone sobre la mesa.