“Crecí y me di cuenta que solo soy soy un ser humano”, se lamenta Tina (Eva Melander) frente a la única persona en el mundo que parece entenderla. La frase encierra una profunda resignación, un malestar constante y una inconsolable tristeza.
En Criaturas Fronterizas, la humanidad muestra una vez más su lado más perverso, pero esta maldad se hace presente no solo como exclusiva de la especie, sino prácticamente de cualquier ser pensante. Lo que empieza como una tierna historia de amor, eventualmente se convierte en una oscura fantasía que exhibe los deseos, frustraciones y sentimientos de una persona en busca de un nuevo sentido para su hasta ahora triste existencia.
En una de sus jornadas descubre a un hombre en posesión de material pornográfico infantil, pero la aparición de Vore (Eero Milonoff) un individuo sumamente extraño y muy parecido a ella, físicamente hablando, es lo que realmente comienza a quitarle el sueño. Pronto, ambos entablan una relación que comienza a volverse extremadamente íntima, pero es cuando este le abre los ojos sobre su verdadera identidad que su mundo se pone de cabeza.
Por supuesto, su novela debut también fue adaptada brillantemente hace unos años, convirtiéndose rápidamente en un referente del género, destino muy similar que seguramente tendrá la obra en cuestión, misma en la que también participa como coguionista.
Sin embargo, su extremadamente útil habilidad le ha valido ser aceptada para desempeñarse como una persona normal. De cualquier forma, su relación con los demás parece estar supeditada a las bondades que ofrece. Ya sea una casa para su pareja busca-fortunas, su gran don para la agencia aduanal, o hasta favores cruciales para sus vecinos, Tina solo es un instrumento para los que la rodean, pero no para Vore.
Abbasi y Lindqvist enclavan inicialmente un bello relato romántico en medio de un ambiente de marginación y soledad. Uno para el otro, los supuestamente desfigurados seres se consuelan y complementan como nunca antes, al menos para Tina, acostumbrada a un tipo infiel y aprovechado. Así, la pareja comienza a vivir algo así como un cuento de hadas.
En un principio, Tina solo encuentra paz a lado de los animales, quienes no tienen ningún problema de estar a su lado. Vamos, Abbasi mismo debe haberse sentido sumamente identificado al dirigir esta obra, teniendo en cuenta el rechazo que suele sufrir la gente de medio oriente en países europeos, sobre todo en estos tiempos tan complicados.
Lindqvist nuevamente rescata elementos del folclor escandinavo, los cánceres sociales de la región, y el más puro romance para concebir un relato convincente, fuerte y muy pertinente para nuestra época.
Lo que está en juego ahora es de vida o muerte, y el cuento de hadas se dirige hacia un rumbo muy oscuro que a cualquier le podría costar trabajo digerir. Pero Abbasi y Lindqvist no se detienen ahí, mostrando valentía para concluir satisfactoriamente su obra.
Vore revela paulatinamente sus terribles motivaciones, humanizando a un personaje fantástico y otorgándole una cualidad universal a la maldad. El extremismo con el que se desenvuelve proyecta la intolerancia misma que lo ha marcado para siempre. Tina, decepcionada, no tiene más remedio que hacer lo que le dicta la razón.
Con elementos de drama, fantasía, horror y crítica social, Abbasi y Lindqvist conciben una cinta muy original que refleja lo peor de nuestra especie, así como cierta esperanza para quienes, como Tina, nunca serían capaces de infligir el mal.