En ese mismo momento, Spike Lee se disponía a comenzar a filmar El Infiltrado del KKKlan, una cinta que pondría en ridículo ese supuesto sentimiento de frustración y el llamado “racismo inverso”. Un par de años después, y mientras Estados Unidos vive un momento de tensión racial y protesta social generalizada en contra de la subyugación de los negros por el aparato policíaco, el director vuelve con otro valioso comentario sobre el eterno sufrimiento de esta comunidad.
Pero debajo de esta nueva aparente normalidad yacen las terribles consecuencias de la guerra, así como una serie de horrores que les recordarán a los llamados “Sangres” lo poco o nada que han cambiado las cosas desde que fueron enviados a librar una inútil batalla.
En el prólogo, Lee pone pone las cosas en contexto incorporando las voces de algunos de los personajes más representativos de la cultura negra. Mientras Muhammad Ali critica la posibilidad de tener que ir a pelear contra gente que nunca lo ha insultado y linchado, y Malcolm X advierte sobre lo que pasa cuando los blancos envían a los negros a hacer su trabajo sucio y ni siquiera los recompensan con lo que por derecho les corresponde, Lee sienta las bases para lo que viene a continuación: el horrorífico recuerdo de la guerra desde el punto de vista afroamericano, algo poco explorado en el cine a través de la historia.
A pesar de todo el tiempo que ha pasado y las distintas maneras en las que cada uno ha lidiado con el estrés postraumático, su objetivo es claro: darle a Norman, su Martin, Malcolm y Ali, el tributo que merece. Es así como el grupo emprende una nueva aventura en la jungla vietnamita para cumplir su promesa.
Pese a su ideología racista, una mala actitud como padre y un pésimo ejemplo para la representación, Paul emerge como la figura más compleja y entrañable de la película. Conforme avanza la trama, y a través de una revelación de su pasado con Norman, es posible entender la furia que Lee ha querido plasmar a través de él. El monólogo cerca del final de la historia en el que finalmente se sincera es brillante y apabullante por igual.
Ejemplo de ello es la de Otis, quien descubre un secreto al encontrarse con Tien (Le Y Lan) su antigua amante vietnamita. Aunado a ello, la inclusión de otras problemáticas sociales, como la crisis de opioides, no conduce hacia un desenlace más profundo. Al querer abarcar demasiado, Lee pierde el control narrativo por algunos momentos.
En 5 Sangres, la participación de la mujer se limita a Hedy (Mélanie Thierry), una activista francesa dedicada a limpiar campos minados y quien desarrolla un vínculo con David, y la ya mencionada Tien. Pero uno no puede dejar de sentir que sus papeles no son más que accesorios de los personajes masculinos. Quizá la única que no cae en esta categoría es Hanoi Hannah (Veronica Ngo), una DJ vietnamita que cumple un papel parecido al de Samuel L. Jackson en Haz lo Correcto; un aliciente musical y espiritual en medio del caos.
En 5 Sangres, además de la cuestión racial, Spike Lee vuelve a poner en duda la moralidad de un país que ha usado todos sus recursos para imponer su forma de vida y minimizar a quien considere que no está a la altura. “Los verdes son más importantes que los negros”, dice uno de los Sangres y, tristemente, no se equivoca.