
Solo 2 películas existían en la obra del director inglés hasta el estreno de 12 Años Esclavo. En ambas, la decadencia y resistencia humana eran plasmadas de una forma tan cruda, visceral y llena de significado que cumplían perfectamente con su cometido de perturbar, hacer reflexionar y mover nuestros sentimientos de una manera que no creíamos posible. Primero, Hambre, cinta que cuenta los últimos días de Bobby Sands, miembro del Ejercito Republicano Provisional Irlandés (IRA), quien muere en una prisión del gobierno británico tras una larga huelga de hambre, retrata de una manera sumamente dolorosa el punto hasta que un hombre está dispuesto a llevar sus ideales. Después, con Shame, McQueen indaga en lo más oscuro de las perversiones humanas para mostrarnos la vida de un adicto al sexo y el profundo vacío que consume cada día de su existencia. Y así llegamos a 12 Años Esclavo, su tercer trabajo y en el cual sigue explorando otras facetas de la degradación humana, más precisamente aquellas en las que la dignidad y la libertad han sido arrancadas violentamente.
Con una vara tan alta, el morbo y la expectación por poder apreciar cómo McQueen abordaría el tema de la esclavitud estadounidense previa a la Guerra Civil era demasiado grane. Parecía un terreno apropiado para el director, pero después de poder ver el resultado, es imposible no sentir mas que una profunda e inevitable decepción. Y es precisamente el sentir lo que resulta el mayor problema en 12 Años Esclavo, pues a diferencia de sus otras cintas, McQueen falla rotundamente al tratar de provocar emociones genuinas en el espectador.